dijous, 22 d’agost del 2013

Reencuentros - 27

27
Subimos al primer piso y abrí mi bolso para sacar las llaves de casa.
Puse la mano dentro y empecé a remover buscando las llaves con los dedos.
No estaban.
- Un momento –dije.
Dejé el bolso blanco en el suelo y empecé a sacar cosas y dejarlas al lado: La cartera, el móvil, el tarjetero, los chicles…
- Mierda.
Ya recordaba dónde había dejado las llaves.
En mi mesita de noche.
- Louis…
- ¿Qué?
- Me he dejado las llaves dentro.
- Ah, bien. ¿Y qué hacemos?
- Voy a ver si está la vecina de delante, ella tiene mis llaves de repuesto.
- Vale, te acompaño.
Puse todas las cosas dentro del bolso otra vez y me anduve hasta la puerta de la señora Shaggan.
Llamé a la puerta. Nada. Llamé a la puerta por segunda vez. Tampoco nada.
- Voy a probar una cosa, ahora vuelvo –dijo Lou.
- Vale, yo voy a seguir probando.
Bajó las escaleras y yo volví a llamar por tercera vez.
- ¡VOOOOOOY! –la voz venía de detrás de la puerta.
Oí unas pasas acercándose y unas llaves abriendo la puerta.
El pomo giró, la puerta se abrió y apareció la señora Shaggan en bata.
- Hola, Hannah. ¿Dónde vas, tan guapa? ¿Qué necesitas? –dijo con una sonrisa.
- Esto… ¿Me puede dar mis llaves de repuesto? Me las he dejado dentro…
- Claro, bonita. Un segundo, que las voy a buscar.
Desapareció y segundos más tarde volvió a aparecer con las llaves en mano.
- Toma –dijo, alargándomelas-. ¿Necesitas algo más?
- No, no, gracias. Un momento, no se mueva, por favor.
Fui hasta mi puerta (que estaba delante de la de la señora Shaggan) y abrí la puerta. Dejé el bolso en el suelo para que no se cerrara y volví con mi vecina.
- Tenga –se las devolví-. Siento mucho haberla molestado…
- No pasa nada, mi niña. Cualquier cosa, ya sabes –dijo sonriendo.
- Muchas gracias, de verdad.
Volvió a cerrar la puerta y yo me quedé en el rellano.
“Louis aún no ha vuelto”.
Bajé corriendo las escaleras y salí a la calle.
Louis no estaba y…
- ¡¡HANNAH!! –gritó.
Alcé la vista y vi a Louis cogiéndose a los barrotes de mi balcón y con los pies al vacío.
- ¡¡ESTOY COLGADO!!
Empecé a reírme, me daba tanta gracia verlo así, pataleando al aire…
- ¿¡CÓMO DEMONIOS HAS LLEGADO AHÍ?! –chillé.
- NO SÉ. ¡ESCALANDO!
- ERES TONTO, ¡TE VAS A HACER DAÑO!
- ¡APARTATE QUE BAJOOOO!
Me hice a un lado.
- UNO… -dijo, balanceándose- DOS… ¡Y TRES!
Saltó y cayó de pie, pero al llegar al suelo cayó hacia atrás y se quedó tumbado boca abajo.
- AAAAAAAAAAAAAH ESO HA DOLIDO!
Empezó a dar vueltas en el suelo.
- DOLOR, DOLOR, DOLOR.
Yo no podía pararme de reír. Me acerqué a él, mirándolo y tapándome la boca con la mano.
Se quedó tumbado boca arriba.
- Vamos, princesita –dije alargándole la mano.
Se levantó apoyándose en un pie, cogí su brazo, lo pasé por mi cuello y pasé la otra mano por la cintura.
- Eres imbécil.
- Gracias, yo también te quiero.
- Apóyate en mi hombro y entramos a dentro.
Lo llevé hasta la puerta, él cojeando, y la abrí.
- ¿Podrás subir las escaleras?
- Sí, espera, ya me cojo de la barandilla.
Se separó y empezó a subir los escalones uno por uno cojeando cada vez menos.
Llegamos arriba, cogí el bolso, aguanté la puerta y dejé que Louis pasara primero.
*Con lo fácil que habría sido decir que saqué las llaves y los dos entramos en mi piso…*
Dejé el bolso encima de la mesita del rebedor, dejé el móvil a cargar y puse mis llaves en el bolso.
- Puedes dejar la sudadera aquí –dije, señalando una percha.
Se la quitó y la colgó.
- Mira. La cocina está aquí, aunque ya la puedes ver, porque es abierta, pero bueno. El baño está al final del pasillo. Mi habitación está ahí, ¿ves? Y el estudio está en el pasillo, pero está lleno de libros de cuentas, no quiero que quieras entrar.
- Y para dormir, ¿cómo lo hacemos?
- Tienes dos opciones: O te dejo una manta y duermes en el sofá o duermes conmigo.
Petó la lengua.
- No me gustan los sofás –dijo negando con la cabeza.
Sonreí.
- Creo que tengo una botella de vino rosado, ¿te apetece?
- Sí.
Fui hacia la cocina y saqué la botella de la despensa, la abrí y llené dos copas de vino hasta la mitad.
Dejé la botella en la encimera y volví al comedor con las dos copas.
Le alargué una copa a Louis y tomé un sorbito de la mía.
- Aún no tengo mucho sueño –dijo Louis-. ¿Jugamos a algo?
- Tengo el Mario Kart para la Wii –le sonreí.
- Cómo me conoces –respondió devolviéndome la sonrisa.
Estuvimos jugando al Mario Kart durante una hora y media, riéndonos mucho y pasándolo en grande, hasta las 2 a.m. aproximadamente.
Apagué la Wii.
- Espera, vamos a mi habitación.
Louis se sentó en los pies de la cama mientras yo abría el armario y le decía:
- Tengo alguna camiseta grande, de esas de ir por casa, que te puede ir bien para dormir.
Al final encontré una camiseta unisex dos tallas más grande que las mías, con un estampado que ponía ‘The Beatles’ y se la di.
- Sí, está bien, gracias.
Me cambié y me puse el pijama. Volví a la habitación y vi que Louis con la camiseta y los boxers, mirando a algo en el techo.
- Bu –le dije.
Me miró y sonrió.
- Preciosa.
- Sexy.
- Provocativa.
- ¡Mira quién habla! –dije riendo- Cállate y métete en la cama, tonto.
Obedeció y se cobijó bajo las sábanas. Entré por el otro lado de la cama y apagué la lámpara. Cerré los ojos y casi instantáneamente noté sus brazos que me abrazaban y me envolvían con su calor, y me acurruqué a su lado.
- Buenas noches, princesa –dijo dándome un beso dulce en la frente-. Te quiero.
- Y yo te quiero a ti… Mucho.
Pasé las manos por debajo sus brazos y las junté en su espalda, apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos.

Ahora sí todo era perfecto.

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