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Subimos al
primer piso y abrí mi bolso para sacar las llaves de casa.
Puse la mano
dentro y empecé a remover buscando las llaves con los dedos.
No estaban.
- Un momento
–dije.
Dejé el bolso
blanco en el suelo y empecé a sacar cosas y dejarlas al lado: La cartera, el
móvil, el tarjetero, los chicles…
- Mierda.
Ya recordaba
dónde había dejado las llaves.
En mi mesita de
noche.
- Louis…
- ¿Qué?
- Me he dejado
las llaves dentro.
- Ah, bien. ¿Y
qué hacemos?
- Voy a ver si
está la vecina de delante, ella tiene mis llaves de repuesto.
- Vale, te
acompaño.
Puse todas las
cosas dentro del bolso otra vez y me anduve hasta la puerta de la señora
Shaggan.
Llamé a la
puerta. Nada. Llamé a la puerta por segunda vez. Tampoco nada.
- Voy a probar
una cosa, ahora vuelvo –dijo Lou.
- Vale, yo voy a
seguir probando.
Bajó las
escaleras y yo volví a llamar por tercera vez.
- ¡VOOOOOOY! –la
voz venía de detrás de la puerta.
Oí unas pasas
acercándose y unas llaves abriendo la puerta.
El pomo giró, la
puerta se abrió y apareció la señora Shaggan en bata.
- Hola, Hannah.
¿Dónde vas, tan guapa? ¿Qué necesitas? –dijo con una sonrisa.
- Esto… ¿Me
puede dar mis llaves de repuesto? Me las he dejado dentro…
- Claro, bonita.
Un segundo, que las voy a buscar.
Desapareció y
segundos más tarde volvió a aparecer con las llaves en mano.
- Toma –dijo,
alargándomelas-. ¿Necesitas algo más?
- No, no,
gracias. Un momento, no se mueva, por favor.
Fui hasta mi
puerta (que estaba delante de la de la señora Shaggan) y abrí la puerta. Dejé
el bolso en el suelo para que no se cerrara y volví con mi vecina.
- Tenga –se las
devolví-. Siento mucho haberla molestado…
- No pasa nada,
mi niña. Cualquier cosa, ya sabes –dijo sonriendo.
- Muchas
gracias, de verdad.
Volvió a cerrar
la puerta y yo me quedé en el rellano.
“Louis aún no ha
vuelto”.
Bajé corriendo
las escaleras y salí a la calle.
Louis no estaba
y…
- ¡¡HANNAH!!
–gritó.
Alcé la vista y
vi a Louis cogiéndose a los barrotes de mi balcón y con los pies al vacío.
- ¡¡ESTOY
COLGADO!!
Empecé a reírme,
me daba tanta gracia verlo así, pataleando al aire…
- ¿¡CÓMO
DEMONIOS HAS LLEGADO AHÍ?! –chillé.
- NO SÉ.
¡ESCALANDO!
- ERES TONTO,
¡TE VAS A HACER DAÑO!
- ¡APARTATE QUE
BAJOOOO!
Me hice a un
lado.
- UNO… -dijo,
balanceándose- DOS… ¡Y TRES!
Saltó y cayó de
pie, pero al llegar al suelo cayó hacia atrás y se quedó tumbado boca abajo.
- AAAAAAAAAAAAAH
ESO HA DOLIDO!
Empezó a dar
vueltas en el suelo.
- DOLOR, DOLOR,
DOLOR.
Yo no podía
pararme de reír. Me acerqué a él, mirándolo y tapándome la boca con la mano.
Se quedó tumbado
boca arriba.
- Vamos,
princesita –dije alargándole la mano.
Se levantó
apoyándose en un pie, cogí su brazo, lo pasé por mi cuello y pasé la otra mano
por la cintura.
- Eres imbécil.
- Gracias, yo
también te quiero.
- Apóyate en mi
hombro y entramos a dentro.
Lo llevé hasta
la puerta, él cojeando, y la abrí.
- ¿Podrás subir
las escaleras?
- Sí, espera, ya
me cojo de la barandilla.
Se separó y
empezó a subir los escalones uno por uno cojeando cada vez menos.
Llegamos arriba,
cogí el bolso, aguanté la puerta y dejé que Louis pasara primero.
*Con lo fácil
que habría sido decir que saqué las llaves y los dos entramos en mi piso…*
Dejé el bolso
encima de la mesita del rebedor, dejé el móvil a cargar y puse mis llaves en el
bolso.
- Puedes dejar
la sudadera aquí –dije, señalando una percha.
Se la quitó y la
colgó.
- Mira. La
cocina está aquí, aunque ya la puedes ver, porque es abierta, pero bueno. El
baño está al final del pasillo. Mi habitación está ahí, ¿ves? Y el estudio está
en el pasillo, pero está lleno de libros de cuentas, no quiero que quieras
entrar.
- Y para dormir,
¿cómo lo hacemos?
- Tienes dos
opciones: O te dejo una manta y duermes en el sofá o duermes conmigo.
Petó la lengua.
- No me gustan
los sofás –dijo negando con la cabeza.
Sonreí.
- Creo que tengo
una botella de vino rosado, ¿te apetece?
- Sí.
Fui hacia la
cocina y saqué la botella de la despensa, la abrí y llené dos copas de vino
hasta la mitad.
Dejé la botella
en la encimera y volví al comedor con las dos copas.
Le alargué una
copa a Louis y tomé un sorbito de la mía.
- Aún no tengo
mucho sueño –dijo Louis-. ¿Jugamos a algo?
- Tengo el Mario
Kart para la Wii –le sonreí.
- Cómo me
conoces –respondió devolviéndome la sonrisa.
Estuvimos
jugando al Mario Kart durante una hora y media, riéndonos mucho y pasándolo en
grande, hasta las 2 a.m. aproximadamente.
Apagué la Wii.
- Espera, vamos
a mi habitación.
Louis se sentó
en los pies de la cama mientras yo abría el armario y le decía:
- Tengo alguna
camiseta grande, de esas de ir por casa, que te puede ir bien para dormir.
Al final
encontré una camiseta unisex dos tallas más grande que las mías, con un
estampado que ponía ‘The Beatles’ y se la di.
- Sí, está bien,
gracias.
Me cambié y me
puse el pijama. Volví a la habitación y vi que Louis con la camiseta y los
boxers, mirando a algo en el techo.
- Bu –le dije.
Me miró y
sonrió.
- Preciosa.
- Sexy.
- Provocativa.
- ¡Mira quién
habla! –dije riendo- Cállate y métete en la cama, tonto.
Obedeció y se
cobijó bajo las sábanas. Entré por el otro lado de la cama y apagué la lámpara.
Cerré los ojos y casi instantáneamente noté sus brazos que me abrazaban y me
envolvían con su calor, y me acurruqué a su lado.
- Buenas noches,
princesa –dijo dándome un beso dulce en la frente-. Te quiero.
- Y yo te quiero
a ti… Mucho.
Pasé las manos
por debajo sus brazos y las junté en su espalda, apoyé mi cabeza en su pecho y
cerré los ojos.
Ahora sí todo
era perfecto.
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