dimecres, 7 d’agost del 2013

Reencuentros - 15

15
Mi mundo se había vuelto gris.
Aparecí de repente en un claro en medio de un bosque.
Había plantas y matas por todas partes a mi alrededor, eran de unos tonos verdes grisáceos. No se veía el cielo, los altos y escuálidos árboles me impedían verlo.
Yo aún iba vestida con mi bata blanca de hospital.
Miré a mi alrededor, para buscar algún indicio de vida, o un camino, algo que me pudiera ayudar a decidir qué hacer.
Entonces, de entre los árboles, surgió una figura. No pude ver a simple vista qué era, pero a medida que se fue acercando, pude distinguir que era un humano. Un hombre, concretamente.
Siguió andando hacia mí, con pasos lentos y silenciosos, hasta que llegó al hilo de luz que iluminaba el claro y su cara emergió de la oscuridad.
- ¡Louis! –exclamé, feliz por no encontrarme con un extraño- ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?
- Uy, cariño –sonrió-. Eso ya poco importa.
Entonces pude ver la silueta del objeto que Louis llevaba en mano.
Un cuchillo.
Lo levantó y se acercó otra vez lentamente a mí.
- No –murmuré-. No. No, no, no, no, no.
- Anda, Hannah Malker, no tengas miedo. No pasa nada.
Se aturó, quedándose de pie donde estaba, y puso su mirada encima de la mía.
- Será rápido. Lo juro –anunció-. Aunque no tanto como querrías –añadió, riéndose.
Yo, presa del pánico, empecé a retroceder, sin dejar de mirar al chico.
- Louis. No. Dime que esto… -señalé el cuchillo.
- ¿…Es una broma? –me interrumpió- Lo siento, cariño, pero esto no va a pasar.
No podía ser. Louis. Lou. Mi Lou. Quería matarme. Tenía que ser una pesadilla.
Me dolía la cabeza, y estaba confusa. No sabía qué hacer.
Había preparado mentalmente un abanico de posibilidades sobre qué hacer allí, o planes que tendría el anfitrión para mí.
Pero, obviamente, esa posibilidad no era aceptada en mi mente de ninguna forma.
Volví a retroceder otra vez, pasito a pasito, alejándome de ese chico al que había amado tanto pero que ahora me traicionaba.
- Louis, por favor, abaja el arma.
- Hannah, como antes lo asumas menos sufrirás, y menos trabajo me darás a mí.
Entenderéis que en ese momento, la última cosa que quería era facilitarle trabajo.
Me apresuré en andar hacia atrás.
“Paso, paso. Paso, paso. Que se te vea tranquila. Paso, paso. Paso, paso. Que no cunda el pánico.”
Pero Louis lo tenía mucho más fácil. Él se limitaba a andar, con el cuchillo en la mano derecha alzado y una mueca malévola como sonrisa.
Entonces me di cuenta de que el cuchillo tenía la hoja manchada de sangre.
“¿Cuánta gente habrá sido asesinada con ese cuchillo? ¿Seré de las primeras? ¿O lo ha manchado con sangre de algún animal para asustarme?” sacudí la cabeza. “Paso, paso. Paso, paso. Retrocede y calla. Paso, paso…”
Pero, en ese momento, tropecé con una piedra que se interpuso en mi camino y caí hacia atrás, dándome un fuerte golpe en la nuca.
Intenté reincorporarme, seguir huyendo, no podía terminar así.
Pero Louis se tiró al suelo conmigo, se puso encima de mí y me inmovilizó los brazos con sus codos, y las piernas con sus rodillas.
- Vaya, vaya… Parece que se ha terminado, ¿eh?
Cogió el cuchillo y me lo acercó al cuello. Pude notar el acero hundiéndose unos milímetros.
- ¿Qué debería hacer contigo, eh? ¿Debería darte una muerte rápida? ¿O debería castigarte para intentar huir con una muerte más… agónica?
Estaba temblando. No podía terminar todo así. No podía.
Mi vida. La lucha.
Pensé en Lena. En Ruby. En mis padres, si estuvieran vivos. En mis amigas de la infancia. En mis compañeros de trabajo.
No podía. No podía morir.
No así.
Abrí los ojos, decidida a tener una muerte limpia, a morir con honor, enfrentándome al destino en lugar de intentando huir.
Pero no podía.
En abrir los ojos, toda la valentía y dignidad se esfumó.
La imagen de Louis con el cuchillo alzado paralizó mi cerebro, mis huesos, mis músculos, paralizó hasta el último centímetro de mi cuerpo.
No me lo creía, no. Tenía que ser una pesadilla.
Incapaz de hacer nada, absolutamente nada, aguanté las “caricias” del chico con el cuchillo por mi cuello, mis brazos, mi cara…
“Qué manera más irónica de morir”, pensé “Morir debajo la hoja del cuchillo del amor de tu vida.”
Lo último que vi fue la imagen de Louis descargándome con todas sus fuerzas el cuchillo en el pecho.

--
Abrí los ojos.
Seguía en el hospital.
Miré a derecha e izquierda. Nada.
Suspiré.

Tenía que ser una pesadilla.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada