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- Quédate quieta
–me ordenó Louis cuando pisé la calle.
Me paré. Él se
acercó a su coche, cogió algo y lo trajo.
Era un pañuelo.
- Cierra los
ojos.
Obedecí y me
tapó los ojos con el pañuelo, e hizo un nudo flojo en la parte trasera.
Me cogió de la
mano y me condujo hasta el coche.
Me senté en el
asiento del copiloto. Louis cerró mi puerta y se sentó en el sitio del
conductor.
Entonces el
coche arrancó.
- ¿Dónde me
llevas?
- Eso es una
sorpresa.
Giramos por las
calles. Me desorienté en seguida.
Unos minutos más
tarde el coche se paró.
- Ya hemos
llegado –anunció.
Me sacó del
coche y me quitó la venda.
La luz me
impactó tanto que tuve que cerrar los ojos para que no me molestara.
- AAAAAAH THE
LIIIGHT!! –grité, como en uno de sus videodiarios de X-Factor.
Se rió.
La luz bajó la
intensidad y abrí los ojos.
A primera vista, vi una montaña rusa,
una noria y un péndulo.
- Bienvenida a
la feria –dijo detrás de mí.
--
La mañana fue
increíble. Louis pagó las entradas y subimos primero a la montaña rusa, luego
al péndulo y al barco. A la 1.30 fuimos a una parada que había ahí y cogimos
unos perritos calientes. Nos los comimos y fuimos a hacer cola a la noria.
Subimos a una de
las cápsulas y la noria empezó a ascender. Se paró arriba del todo.
Desde ahí se
veía toda la ciudad de Doncaster, rodeada de prados, con el Kilway Hill al
fondo.
Me acurruqué al
lado de Lou y puse mi cabeza en su hombro.
Él empezó a
acariciarme el pelo.
- ¿Sabes, Lou?
- Dime.
- Cuando tú te
fuiste del instituto para ir al X-Factor, hubo días que yo tampoco fui. Me
quedé en casa, llorando. Te eché muchísimo de menos.
- Ay, mi
pequeña… A veces desearía no haberme ido a Londres, debería haberme quedado
contigo.
- No. Louis,
tuviste que hacerlo. Si no, no hubieras llegado hasta aquí.
- Pero tu…
- No. Yo quería
que tú fueras feliz. Eso es lo que quería yo. Y lo que quiero aún –dije, y lo
besé.
Estuvimos
quietos, besándonos, y me olvidé de la resta del mundo. Ojalá pudiera vivir
así, sin que importara nada, sólo que pudiera estar con él…
- ¡AH! –grité
sin querer cuando la noria se puso en marcha otra vez.
Louis se rió.
- NO TE RÍAS. NO
HACE GRACIA.
- Vale, vale
–dijo secándose los ojos.
Subimos a otra
montaña rusa, a la casa de los espejos, y a la caída libre.
Hacia las seis
salimos del parque, subimos al coche y volvimos a Doncaster.
--
Louis aparcó el
coche y bajamos, estuvimos andando un rato por un paseo. Nos detuvimos en una
heladería y compramos un helado extra-grande de chocolate y vainilla y nos lo
comimos paseando.
Sorprendentemente,
sólo nos encontramos a dos fans, que se hicieron una foto con él y se fueron.
- Vale, y ahora,
¿qué hacemos? –preguntó Lou cuando nos terminamos el helado, sobre las 7:45.
- No sé tú, pero
yo me lo estoy pasando muy bien.
- Y yo. Ehm…
¿Vamos a dar una vuelta y te llevo a un restaurante?
- Vale, pero
antes pasamos por mi casa y me arreglo.
Volvimos al coche
y Louis condujo hasta mi piso. Aparcó y bajamos.
Subimos las
escaleras y entramos a casa.
- Espérate aquí –le
dije-. Siéntate en el sofá, o dónde quieras. Yo ahora salgo.
Entré en mi
habitación y me cambié. Me puse una falda de rallas azul marino y blancas con
unas medias oscuras y una camiseta del mismo azul.
Me deshice la
cola y peiné mi pelo, dejándolo caer mi espalda.
Me puse unos
pendientes de aros blancos y me calcé unos zapatos con un poco de tacón azul
marinas.
Salí al comedor.
- Vaya –me dijo
Louis, que estaba sentado en el sofá, al verme-. ¿Esto solo para ir a cenar?
- Sí –le sonreí-
¿Vamos?
Cogí mi bolso
blanco, salimos a fuera y cerré con cuidado la puerta.
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