12
Lo siguiente que
recuerdo fue que me desperté en una habitación completamente blanca, en una
cama cómoda de sábanas blancas. Hasta que no vi los tubos que iban conectados a
mi brazo no me di cuenta de que estaba en un hospital.
La cabeza me
rodaba, me sentía débil y cansada pero no tenía ganas de dormirme otra vez.
Entonces entró
Lena a la habitación.
Me miró, con los
ojos muy abiertos, se giró y dijo algo a alguien que estaba fuera de la
habitación y que no pude oír.
Se acercó a mí,
caminando rápido.
- Hannah –se
puso a mi lado- ¿sabes quién soy?
- Lena –murmuré.
Giré la cabeza
hacia la ventana y me di cuenta de que entraba luz. ¿Cuánto debería haber
dormido?
Un momento.
¿¡Cuánto debería
haber dormido?!
- Lena, ¿qué
hora es?
- Las 10 de la
mañana…
- ¿Sólo llevo
aquí dos o tres horas?
- … del sábado.
Eso me sentó
cómo si me tiraran un jarrón de agua fría a la cara. Iba a responder, a
preguntarle por mi “cita” con Louis, pero justo entonces entró un médico.
- ¿Hannah
Malker, verdad?
- Sí… -susurré.
- Vamos a ver.
El médico me
hizo varias pruebas, y yo esperé calladita y sin protestar a que acabara.
Después de eso
me hizo varias preguntas sobre mí como “si me acordaba de la última vez que
había comido” para saber si había perdido la memoria (aunque era evidente que
no).
Cuando terminó,
anunció.
- Bueno, tienes
un par de costillas rotas, y te has dado un golpe en la cama por lo que has
perdido la movilidad de esta, pero la recuperarás. A parte de eso y unos
cuantos morados, no hay ningún daño permanente.
Se fue de la
habitación. Justo en el momento en el que cerró la puerta detrás suyo, y antes
de que yo pudiera preguntar nada, Lena me dijo.
- Si me vas a
preguntar por tu tomada de café con Lou, te lo puedes ahorrar.
Cerré la boca y
apreté los labios, y asentí con la cabeza.
- Cuando te
ingresaron me llamaron y vine corriendo, pero cuando llegué estabas en
quirófano, así que esperé a que salieras casi dos horas. Luego te trasladaron a
esta habitación, y te pusieron en la cama, pero seguías inconsciente. A las 5
te saltó el recordatorio de la cita, hasta entonces no me había acordado,
porque, bueno, estaba preocupada por ti y qué te pasaría y…
- Sigue –le dije,
casi ordenando, aunque no era mi intención.
- Bueno,
entonces me recordé de la cita, y tenía tu móvil desbloqueado… Y bueno, yo… Yo
busqué en tus contactos para ver si podía llamarle pero… No lo tenías… Y yo… Yo…
-suspiró y cogió una buena cantidad de aire- Entré en tu Twitter y le avisé por
mensaje directo de lo que te había pasado…
Me la quedé
mirando con la ceja arqueada.
- Sí, sí, lo sé,
y lo siento, lo siento mucho de verdad Hann, ya sabes que yo nunca lo haría
pero es que pensé…
- Para, para,
para. Para. ¿En serio crees que estoy enfadada? Me has salvado de que se
enfadara conmigo para no acudir a la cita. Lo conozco –suspiré-, y esas cosas
no se las toma particularmente bien.
- Entonces, ¿no
estás enfadada?
- ¿¡Cómo iba a
estarlo?! –intenté reírme, pero mi risa se convirtió en una mueca de dolor,
tenía las costillas rotas y me dolía.- ¿Te respondió algo?
- Sí. –sonrió-
me preguntó que cómo estabas, se lo conté todo, y aunque yo le insistí que no
hacía falta que se molestara, él quiso…
Sus palabras
fueron interrumpidas por unos golpes suaves a la puerta. Sin esperar respuesta,
una enfermera abrió la puerta y anunció:
- ¿Hannah
Malker? Tienes una visita.
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