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30 de Enero 2013, Doncaster
8:05AM
#Hannah#
Me desperté y miré a mi alrededor. Mi habitación.
Cogí el móvil y apagué la alarma. Miré la fecha e inmediatamente sonreí.
Por fin. Por fin era 30 de Enero. Por fin iría a Londres y volvería a ver a Louis.
Muy animada, me levanté y fui al comedor.
- ¡Cookie! ¡Cookie, hoy me voy a Londres! -le dije a mi yorkshire, que se alegraba de verme feliz aun no saber el motivo.
La acaricié y la amañagué un rato. Luego, le puse comida y preparé mi desayuno: una tortilla y cuatro lonchas de bacon.
Comí y fui a ducharme. Luego me vestí y preparé una pequeña mochila con un jersey, unos pantalones, ropa interior, y un peine. Todo lo que necesitaba para esos dos días en Londres.
Miré el reloj: Las 8:43. Justo a tiempo. Lena vendría a las 8:45 en casa para ir a la estación, ya que el tren a Londres salía a las 9:05.
Cogí la pequeña mochila y el bolso y los dejé encima de la mesa. Luego cogí el bolso y metí dentro las llaves de casa, el móvil, la cartera, la documentación y el billete de tren y los metí dentro.
Puse mucha comida a Cookie y me senté en el sofá; por poco tiempo, porque unos segundos después llamaron al interfono.
Sin responder siquiera, cogí la mochila, el bolso y el abrigo, di una última caricia a Cookie y salí de casa.
Bajé corriendo las escaleras y salí a la calle. Ahí estaba Lena, dentro su coche descapotado en marcha. Llevaba el pelo castaño recogido en un moño alto y los ojos verdes escondidos tras sus Ray-Ban.
Se giró hacia mí.
- ¡Vamos, sube!
Me monté en el coche y arrancamos.
Unos minutos más tarde, llegamos a la estación. Lena aparcó el coche en el párquing de al lado.
Entramos: era un edificio antiguo, por fuera, porque por dentro había estado remodelado y modernizado.
Nos dirijimos a la andana 8, donde el tren ya estaba esperando.
Saqué mi billete de la bosa y se lo enseñé al revisor. Comprobó que todo estuviera en regla y entré en el tren.
Busqué a Lena con la mirada. Ella ya estaba sentada, ya que había entrado antes que yo.
Me senté en mi butaca y suspiré.
Camino a Londres.
Otra vez.
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30 de Enero 2013, Londres
8:05AM
#Coco#
Un móvil sonó, acababa de recibir un mensaje. Coco maldeció para sus adentros al móvil por haberla despertado.
Entreabrió los ojos; en lugar de encontrar sus sábanas, su colchón o siquiera su cojín, se encontró el suelo.
"¿El suelo?", pensó Coco, desconcertada.
Abrió los ojos del todo. Había estado durmiendo en el suelo, en el suelo del comedor.
Sorprendida, se levantó de un bote.
Los libros de la estantería estaban todos en el suelo, el frutero de cristal roto y toda la fruta en el suelo, de los tres cuadros que había, dos estaban torcidos y el tercero se había caído. Los cojines estaban también todos en el suelo. Había bebidas vertidas encima de las blancas baldosas y extrañas manchas en ellas. Todo el comedor estaba desordenado, había cosas esparcidas por el suelo, latas, bolsas de patatas vacías, envoltorios de comida...
- Oh, mierda -susurró Coco.
Antes de pensar qué hacer, cogió el móvil para mirar el mensaje que le habían enviado.
Danielle Peazer
Coco, a las 10:30 vamos a recoger a Hann y Lena en la estación y luego vendremos a la casa, ¿te acuerdas? No te duermas... :P
- ¡Oh, mierda! -gritó.
Coco se dirigió a la cocina para beber algo, pero al entrar se encontró...
- ¡¿Una cabra?!
Una cabra, blanca y con el morro negro, con un cencerro colgado del cuello.
- Cabra, ¿qué coño haces aquí?
La cabra la miró y soltó un sonoro beeeeee.
Coco suspiró. Lo peor es que no se acordaba de absolutamente nada lo que había pasado esa noche para que todo estuviera así, ni tenía ni remota idea de porqué había una cabra en la cocina.
Se recogió el pelo, ahora teñido de los colores del arcoiris, en una coleta alta. Apartó a la cabra de enmedio y se echó un vaso de agua fría por encima, para despertarse. Cogió una lata de coca-cola y se la bebió, para que le diera energia.
Se paró un momento, miró el comedor echo caos, acarició la cabeza de la cabra y aclarió sus ideas.
Lo primero que tenía que hacer era deshacerse de la cabra. O no. Quizás se la podía quedar, al igual que a Andrew le dejaron quedarse a Felix.
¡Felix!
Coco corrió otra vez al comedor. Ahí, detrás del sofá, en su cojín de siempre, estaba Felix, el gato negro y gordo.
Coco suspiró, aliviada. Tardó unos segundos en darse cuenta que el gato llevaba puesto un tutú rosa de bailarina.
- Joder...
Dejó al gato durmiendo y volvió a la cocina. Pensó qué podría comer una cabra.
No se le ocurrió nada, así que le dio un puñado de lechuga, que la cabra se comió rápidamente.
Coco tenía muy claro lo que tenía que hacer. No tenía tiempo para recoger ese caos ella sola, así que necesitaría ayuda.
Cogió el móvil y llamó a una agencia de limpieza.
Habló con la mujer sudamericana que le cogió el teléfono, que pareció muy comprensiva con el problema de Coco, y llegaron a un acuerdo para que dos chicas vinieran a recoger y limpiar la casa por 60 libras.
Luego, Coco decidió salir a tomar el aire, así que salió al jardín.
Y ahí, encima de la hierba, como si nada, había durmiendo un caballo de pelo marrón.
- Hay que joderse.
¿Cómo demonios había llegado un caballo adulto al jardín? ¿Cómo demonios lo sacaría de ahí? ¿Y dónde lo llevaría?
- SATANÁS, ¡YO TE MALDIGO!
Coco despertó al caballo. Para que no se enfadara, le regaló dos zanahorias.
Luego, cogió las riendas del caballo y lo arrastró hasta dentro del comedor y lo hizo salir de casa por la puerta principal.
- A ver. Dónde meter a un caballo.
Entonces, vio a su salvación.
Un camión, aparcado en la acera de delante.
Coco corrió hacia la parte trasera del camión, arrastrando el caballo detrás suyo.
Rezó para que las puertas de detrás no estuvieran cerradas con llave. No lo estaban.
- ¡Bien! -susurró.
La parte trasera era grande, y estaba llena de cajas de cartón del mismo tamaño.
Coco colocó al caballo delante de la puerta y lo empujó hasta que entendió que tenía que entrar, y lo hizo.
Ató las riendas a un palo de hierro que sobresalía de la pared, salió del camión y cerró las puertas con fuerza.
Volvió a la casa corriendo. Se escondió detrás de la ventana, justo a tiempo para ver cómo el camión, con el caballo dentro, arrancaba.
- Bueno, un peso menos -dijo, satisfecha, acariciando la cabeza de la cabra.
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