dijous, 5 de desembre del 2013

Reencuentros - 78

78

I never thought I'd need you there when I cry.
And the days feels like years when I'm alone...
WHEN YOU'RE GONE - Avril Lavigne

Esa mañana salí temprano de casa, con Ruby detrás de mí.
Paré a un taxi y subimos.
- Al cementerio de Doncaster, por favor.
El coche arrancó. Apoyé mi espalda en el asiento y giré la cabeza hacia la ventana.
Doncaster. La preciosa y antigua Doncaster. Mi ciudad, donde había nacido y crecido.
Cómo había echado de menos estar en casa.
Mientras cruzábamos la ciudad, miraba por la ventanilla del coche las calles, la gente, los edificios, las tiendas.
Me giré hacia Ruby. Ella también estaba mirando por la ventana.
- ¿Echabas de menos Doncaster?
Ella se giró hacia mí.
- Sí –se limitó a decir.
Unos minutos más tarde llegamos. Pagamos al hombre y bajamos del taxi.
Anduvimos dentro del cementerio y seguimos el camino hasta llegar a una plaza cuadrada, con altos muros llenos de lápidas en todas las bandas.
Me acerqué hacia una de ellas, una gris, de pierda, sencilla; con unos grabados en las esquinas y una inscripción en el centro.
Crucé la lápida en diagonal rozándola ligeramente con la lápida de los dedos y leí cuidadosamente la breve inscripción, aunque ya lo había hecho miles de veces antes.

 “Paul Austin Malker

Mayo 1956 – Julio 2010”

Suspiré.
Me senté en un banco de piedra que había cerca y contemplé la lápida de mi padre.
No sabía qué decir, no sabía en qué pensaba.
Sólo una cosa ocupaba mi mente: una canción.
Una canción, triste, bonita, odiosa, preciosa.


When You're Gone

I always needed time on my own
I never thought I'd need you there when I cry
And the days feel like years when I'm alone
And the bed where you lie
is made up on your side

When you walk away
I count the steps that you take
Do you see how much I need you right now?

When you're gone
The pieces of my heart are missing you
When you're gone
The face I came to know is missing too
When you're gone
The words I need to hear to always get me through the day
And make it OK
I miss you

I have never felt this way before
Everything that I do
reminds me of you
And the clothes you left
are lying on the floor
And they smell just like you
I love the things that you do

When you walk away
I count the steps that you take
Don’t you see how much I need you right now?

When you're gone
The pieces of my heart are missing you
When you're gone
The face I came to know is missing too
When you're gone
The words I need to hear to always get me through the day
And make it OK
I miss you

We were made for each other
I'm here forever
I know we were
All I ever wanted was for you to know
Everything I do I give my heart and soul
I can hardly breathe I need to feel you here with me

When you're gone…


Maldita canción. Se había pegado a mi mente como una lapa y no quería soltarse. Y no ayudaba mucho a la situación, que digamos.
Sólo había conseguido hacerme llorar. Otra vez.
Noté una mano encima de mi hombro.
- Sabía que te encontraría aquí.
Louis me acarició la espalda suavemente  y se dirigió a la lápida de piedra. Delante, colocó el ramo de flores que llevaba consigo.
Volvió hacia mí y se sentó a mi lado.
- ¿Sigue siendo duro?
Asentí con la cabeza. Seguía sin creerme que mi padre estuviera muerto.
- ¿Me abrazas?
- Claro, cielo.
Louis me abrazó. En sus brazos, todo era más fácil. 
Me sentía en una nube. Nada podía afectarme mientras estuviera junto a él. Nada importaba. Ese abrazo, era la única cosa que necesitaba para ser feliz.
No había nada más en el mundo que…
 - ¿Hannah?
Abro los ojos y veo a Ruby delante de mí.
- Hannah, ¿estás bien? Te has quedado dormida en el mismo banco de piedra.        
- ¿Eh, qué? Ah. Ah, sí, sí. Vámonos.

--
Pasé el día entero con Ruby, hasta las seis y media, cuando ella cogió el tren otra vez para Manchester.
Fui con ella a la estación, me despedí de ella con un beso y le hice adiós con la mano mientras el tren se alejaba.
Volví a casa.
“Mañana vuelvo al trabajo”, pensé.
Tenía muchas cosas por hacer antes de empezar con la rutina del lunes otra vez; sin embargo decidí hacer un pastel, ya que me apetecía mucho.
Saqué el papel donde tenía apuntada la receta.
“4 huevos, 400g de harina, 250g de azúcar, 250g de leche…”
Cogí los ingredientes del armario, puse el horno a calentarse e hice la masa, como siempre la hago.
Cuando hube untado el molde con mantequilla y hube abocado la masa en el molde, lo metí en el horno y puse el temporizador a 25 minutos.
Fui a ducharme, y volví a la cocina. Esperé el minuto restante, y abrí el horno, pinché el pastel con un palillo y lo saqué.
- Está limpio. Está hecho.
Me puse el guante de horno y saqué el pastel del horno.
- Esto no está hecho.
Era raro. Por fuera había quedado crujiente pero por dentro había quedado crudo. No líquido, como suele quedar un pastel cuando está crudo.
- Qué raro. No habré puesto el gratinador en lugar del horno normal, ¿no?
Por si un caso, volví a reprogramar el horno y, cinco minutos después, volví a meter el pastel.
Esperé diez minutos y luego lo saqué otra vez.
No se había hecho.
¿Por qué? ¿Por qué no me había quedado como las otras veces, si había hecho exactamente lo mismo?
Cogí un pedazo de corteza que se había caído al sacarlo del horno y me lo puse en la boca.
- ¿Qué coño?
Pues claro que no me había salido bien. Eso era salado.
Había puesto sal en lugar de azúcar.
Dios mío, ¿cómo pude? ¿Cómo no me di cuenta?
- Pues anda. Cuatro huevos y más de un kilo de ingredientes a la mierda.
Cogí el pastel y lo tiré a la basura.
Totalmente desmotivada para cocinarme algo de cenar, encargué una pizza y pedí que me la trajeran a casa.

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