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I'm not sure you know, that the reason I love you it's you.
It's you, just you. All that we've been through, that's why I love you.
I LOVE YOU - Avril Lavigne
Anduvimos por las calles de Doncaster.
- Me gustaría enseñarte un restaurante -dijo Lena-. No es muy sofisticado, pero tienen buena comida y bajos precios.
Cuando diez minutos más tarde llegamos, me di cuenta de que a ese restaurante lo conocía.
- He comido aquí antes.
- ¿En serio?
- Sí. Andrea me llevó aquí.
- ¿Quién es Andrea?
- Una chica de la oficina. Está un poco loca, pero es muy maja.
- Ah. ¿Quieres que vayamos a otro sitio?
- No, no. Me gusta este restaurante.
Nos sentamos y comimos. Luego, fuimos al centro comercial.
Pero, ¿sabéis? Hemos estado muchas veces en el centro comercial, y siempre hacemos las mismas cosas, así que, ¿porqué contaros la misma historia de siempre cuando puedo contaros una distinta?
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17 de Enero 2013
Londres
Aún estábamos en Londres. Todo el mundo en la casa estaba algo así cómo deprimido por la ida de los chicos.
Menos Coco, claro. Ella estaba tan feliz y despreocupada cómo siempre.
En realidad, creo que soy la única que se dio cuenta de que se iba todas las noches y volvía antes de la salida del sol, mucho antes que eso. Pasaba unas tres horas fuera de casa.
Una noche que no podía dormir, me levanté y fui a la cocina.
Me serví un vaso de agua y fui al comedor. Me senté en el sofá y me lo bebí a cortos tragos mientras me miraba los pies.
Un minuto después, oí unas llaves y se abrió la puerta de casa. Decidí no hacer ningún ruido con tal de que no notaran que estaba ahí y así poder averiguar quién era.
La persona en cuestión entró en el comedor. No había encendido ninguna luz, así que no pude ver su cara, pero por las puntas azules que tenía en el pelo, pude averiguar que era Coco.
Ella entró en la cocina, cogió una bolsa de patatas fritas y se fue hacia su habitación. No notó que yo estaba ahí, así que los siguientes días hice ver que nada había pasado.
Otro día, yo había ido a la habitación de Louis a buscar unos auriculares que me había dejado ahí, y al volver, al abrir la puerta vi a Coco pasando por el pasillo vestida de calle. Saqué la cabeza y vi que quitaba la rejilla del conducto de ventilación, cogía una bolsa de plástico que había dentro, volvía a poner la rejilla en su sitio y se iba otra vez hacia el comedor, es decir, hacia la puerta.
En cierto modo, era divertido ver a Coco marcharse todas las noches y no volver hasta las 4 de la mañana, me sentía como una detective del CSI o alguna cosa por el estilo.
Hasta que una noche, estaba otra vez en el salón bebiendo agua cuando entró. Pero, esta vez, cuando entró en el salón, vio una cosa rubia sentada en el sofá (yo) y se aturó.
- ¿Hannah?
- Hola, Coco -dije, riéndome.
- Erh... Hola.
- Hola.
Coco se me quedó mirando unos instantes, sin decir nada.
- ¿Dónde...? -empecé.
- ... he estado esta noche?
- Esta noche y todas las noches de la última semana, sí.
- Ehm, esto...
Coco chasqueó la lengua.
- He ido a la biblioteca a estudiar porque estoy de semana de exámenes y aquí no me concentro.
- A las dos de la madrugada.
- ... Síii...
Me reí.
- ¡Es que el perro se me ha comido las excusas!
- Claro, claro. Será eso. Entonces, ¿qué llevas ahí dentro? -dije, señalando la bolsa.
- Cosas de estudiante.
- ¿Libros y libretas?
- Sí, cosas por el estilo -dijo Coco, se dio media vuelta y se fue hacia el pasillo otra vez.
La mañana siguiente, estaba desayunando con Lena y le hablé del tema.
Esa noche, Lena y yo nos escondimos en la cocina, vestidas con sudadera y pantalones de chándal.
Esperamos por unos 20 minutos hasta que Coco, con su bolsa de plástico colgada del brazo, entró en la cocina, abrió el armario, cogió una bolsa de galletas y salió de casa.
- Vamos a seguirla -susurré, dándole un codazo a Lena.
Salimos de casa detrás de Coco y la seguimos, en silencio.
Anduvimos recto, recorrimos tres calles de largo. Cruzamos y giramos a la derecha, luego a la izquierda, a la izquierda y luego a la derecha.
Escalamos un muro y nos encontramos en el tejado de unas casas, puestas en fila, de dos plantas de altura.
- Me estás jodiendo -susurró Lena.
- Hay que seguirla, tenemos que saber dónde va.
Resignadas, saltamos de un tejado a otro detrás de Coco. En uno, Lena cayó mal. Ella no se hizo daño, pero sí hizo ruido al caer.
Coco se giró y Lena y yo nos escondimos detrás de una chimenea.
La francesa miró a ambos lados, y, aunque no vio nada, no iba a ignorar un ruido detrás suyo. No era tonta.
Se acercó lentamente a la chimenea dónde estábamos escondidas.
"Si dobla esta esquina y nos ve aquí... Se acabó".
Me mordí el labio y esperé.
Entonces, cuando Coco estaba tan cerca que podía oír sus pasos, cuando todo estaba a punto de irse al garete, los pasos se aturaron.
- ¡Awww! Así que eras tú el que había echo ese ruido, ¿eh, pequeño gato obeso?
Suspiré aliviada.
- Voy a llamarte Felix. Te pega, sí señor. ¿Quieres venir conmigo o quedarte aquí? Oh, ¡pero qué mono eres! Anda, ¡ven! ¡Ven! ¿No vienes? Pues muy bien. Te felicito, gato borde de mierda. Tampoco te quería. Anda, quédate aquí, muérete de hambre. Córtate una pierna mejor, con eso tendrás para dos meses de comida.
Miré a Lena: se estaba meando de risa, pero se mordía el labio para no hacer ruido.
Coco se dio la vuelta y se fue otra vez.
Saltó dos tejados más, y luego bajó por las escaleras de emergencia de uno de los edificios.
Una vez abajo, anduvo unos metros por la calle y se metió en una casa completamente vacía, sin siquiera muebles.
Cruzó una gran habitación, que debía ser el salón, y luego entró en otra.
Lena y yo la seguíamos varios metros detrás: bastantes como para que no nos oyera pero suficientes como para no perderla de vista.
Entramos en la habitación después de ella, y pude ver cómo su pierna abandonaba la casa por la alta ventana detrás de ella.
- ¿Tenemos que colarnos por la ventana? -pregunté. Lena asintió con la cabeza- Ah, no. Por aquí no paso. ¡Y está muy alta!
- Vamos Hannah. Ya hemos llegado hasta aquí, ahora no podemos echarnos atrás.
Suspiré.
- Maldita sea yo y mis terribles ideas. Vale...
Lena me ayudó a subir. Apoyé mis pies en sus manos y pasé por la ventana, y luego le di las manos a Lena y tiré de ella hasta que hubo subido también.
Miré a mi alrededor. Estábamos en un camino de arena, sin asfaltar, en medio de un gran descampado habitado por mala hierba.
- Vamos -dije, tocándole el brazo a Lena y empezando a andar rápido.
Busqué a Coco con la mirada. Estaba en el camino, yendo hacia una verja de aluminio de unos tres metros.
Entonces, llegó a la verja y, cómo si nada, empezó a escalarla hasta llegar arriba del todo, y entonces saltó a la otra banda.
- Ay, la madre que la parió -dijo Lena-. Mierda, lo siento. Ay, mierda, he vuelto a decir mierda. Ay, mierda, ¡Argh!
- Shhht.
Llegamos a la verja e hicimos lo mismo que Coco había hecho.
Apoyé mi pie en uno de los agujeros y me impulse hacia arriba, poniendo el pie izquierdo en otro agujero, luego subiendo el derecho... hasta llegar encima, donde me puse "de pie", di la vuelta y salté, cayendo en el suelo a cuatro patas y sin hacerme daño.
Sin embargo, Lena bajó por la verja, como una persona civilizada, bueno, "civilizada", no saltando como habíamos hecho yo y Coco.
- ¿Qué haces saltando, loca?
- Cuando lo ha hecho Coco no has dicho nada.
- Sí, pero Coco tiene 16 años.
- ¿Me estás llamando vieja?
- No. Pero le sacas cinco años de todos modos.
- Anda, vete a la mierda.
- Yo también te quiero.
Miré hacia delante: Ahí, a unos quince metros delante nuestro, había un almacén abandonado. Las paredes estaban muy desgastadas y descoloridas, aunque el tejado había conseguido mantenerse en pie.
Lena y yo entramos. Por dentro era como una sala, una gran sala. Haría como cinco comedores de los míos juntos.
Pero tenía una cosa de especial: las paredes estaban pintadas. Pero no pintadas de cualquier color, no.
Había dibujos en las paredes: de ojos, de árboles, dibujos de manos, de pelucas, rostros completos, rostros a medias, símbolos extraños y frases, una gran estrella roja, fantasmas, demonios, extraterrestres, gatos, un pollo, un pez, una bañera y un sofá.
Pero sobretodo, ojos. Ojos grandes, pequeños, con pestañas largas y con pestañas cortas, pintados y al natural, ojos llorando, ojos abiertos, ojos azules, verdes, marrones, violetas y negros.
- ¿Qué es todo esto? -preguntó Lena.
- La mente de Coco.
Le di un codazo a Lena, indicándole que callase, y señalé a Coco, que estaba en una esquina de la sala, con un bote de spray rosa en la mano, mientras pintaba la pared y comía galletas.
Lena y yo estuvimos observando cómo pintaba otro ojo durante una media hora, hasta que nos cansamos y decidimos volver a casa.
Por suerte, nos recordamos del camino de vuelta. Al llegar, nos quitamos la ropa negra y nos curamos algún que otro arañazo.
Le di las buenas noches y Lena se fue a la habitación de Harry, no sé qué hizo. Yo fui a la de Lou y me di una buena ducha de agua caliente.
Lena y yo no volvimos a hablar del tema, ni tampoco le dijimos nada a Coco respecto a su secreto...
Hasta el 19 de Enero, dos días después.
¿Que qué pasó?
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