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You were everything, everything that I
wanted.
What we were meant to be, supposed to
be, but we lost it.
MY HAPPY ENDING – Avril Lavigne
Viernes, 26 de Enero.
“Vamos, Hannah. Sólo hoy, y luego, fin de semana. Y, en 5 días, Louis
vuelve a Londres”.
Me levanté y, holgazanamente, puse mis pies en el suelo.
Por fin viernes.
Había sobrevivido a la resta de la semana, y, sinceramente, no sé cómo.
Había conseguido terminar todo el trabajo atrasado, que al fin y al cabo
no era tanto, ya que, según me contó Andrea, cuando cogí la baja vino una
estudiante de matemáticas a hacerme de sustituta durante dos meses.
“¿Cómo se llamaba?”, le había preguntado.
“No lo sé. Fue algo así como un elfo, venía, hacía su trabajo y se iba,
sin decir nada a nadie ni dejar rastros de su trabajo.”
Dejar rastros. Eso me había recordado a Coco y el árbol satánico, y me
había puesto a reír en medio del restaurante.
Kimberly no me había dicho nada más, aunque me había echado miradas
rencorosas, digamos que… no muy discretas.
Tampoco es que yo le diera motivos para hacerlo. Había estado hablando
con Andrea en las comidas, y ambas pensábamos que no me decía nada porque no
tenía argumentos.
“No puede quejarse” había explicado Andrea, “Después de volver, no has
hecho nada fuera de lugar. No tiene motivos para decirte nada. Pero vigila,
podría utilizar cualquier cosa en tu contra” había dicho, mientras se metía una
patata frita en la boca.
Y yo así lo había hecho. Había vigilado cuidadosamente lo que hacía y
decía, para que nada pudiera ser utilizado en mi contra.
“A las demás chicas les caes bien. Si ella se quejara por cualquier
bobada, las otras la tomarían por loca, así que, de momento, estás a salvo.”
Dejé el bol en el fregadero y fui a ducharme.
Me vestí, preparé mis cosas, cogí el abrigo, el bolso, y salí hacia la
oficina.
Entré en el Starbucks y pedí el cappuccino de todas las mañanas.
Recorrí la calle: Las tiendas de ropa, el supermercado, los bars, los
restaurantes, la farmacia…
La tienda de souvenirs.
Miré el aparador: ahí estaba, tan sonriente cómo siempre, la figura de
cartón a mida real de Louis.
- Buenos días, cielo –le dije, tal y como había hecho los otros días de
la semana.
Anduve unos metros, luego, me aturé.
“¿Y si…?
Retrocedí y entré en la tienda.
Sin ganas de aventurarme en los pasillos laterales llenos de
estanterías, fui directamente al aparador.
- Buenos días –me sonrió una chica morena desde detrás del aparador.
- Buenos días, me gustaría comprar la figura de Louis Tomlinson, el de One
Direction, esta que tienes en el aparador.
La chica fue al almacén y volvió con una especie de carpeta, con la
figura de cartón bien plegadita dentro.
Pagué, la chica me metió el cartón en una bolsa, y seguí mi camino hacia
la oficina.
--
Miré otra vez el reloj. 11:58.
“Venga, solo dos minutos más y serás libre, sólo dos minutos más…”
Los viernes sólo trabajaba hasta las 12 del mediodía, así que, dos
minutos y podría irme a casa y no volver hasta el lunes siguiente.
Estaba matando el tiempo organizando los iconos del escritorio cuando
una mano se puso en mi hombro.
- Soldado Hannah Walker –dijo una voy muy familiar.
- Soldado Lionela Brentwood.
Me giré hacia Lena y sonreí.
- ¿Qué haces tú aquí? Hoy es viernes, no lunes.
- Ya. Hace unos minutos que he salido de la universidad, pero he querido
venir a recogerte.
Miré el reloj.
- Un minuto y soy toda tuya.
- Bueno, a recogerte no. A secuestrarte.
- ¿A secuestrarme?
- Sí.
Un largo pitido marcó que ya eran las 12.
Apagué rápidamente el ordenador, cogí el abrigo, el bolso y la bolsa con
el cartón del perchero y me giré hacia Lena.
- Vamos –sonreí.
Pasamos por la máquina, fiché y bajamos las escaleras.
- Bueno, Lena –dije, cuando salimos a la calle-. ¿Y dónde vas a
secuestrarme hoy?
- Vamos a ir a comer y luego al cine.
- Estupendo. ¡Ah! Mira.
- ¿Qué pasa?
- Quiero enseñarte una cosa que he comprado, te gustará.
- ¿Qué es?
Saqué el cartón doblado de la bolsa y se lo mostré. Lena soltó un
chillido.
- ¡Cómo mola! –dijo, ilusionada- ¿Sólo vendían el de Louis?
- No lo sé, no lo he mirado. Luego, si quieres, vamos a la tienda y te
lo enseño, ¿vale?
- ¡Vale! –contestó, sonriente- Eso me recuerda que yo tengo un póster de Louis Tomlinson
que quería regalarte.
Sonreí, mirando al suelo, pero no pude evitar que Lena viera cómo me
sonrojaba, así que cuando ella se rió, le di un codazo y seguí andando,
avergonzada, sin mirar atrás.
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