diumenge, 19 de gener del 2014

Reencuentros - 96

Bbys... Siento no haber subido ni el jueves ni ayer, pero es que llevo una semana más mala, por varios motivos, y no he estado ni un sólo segundo inspirada, intenté escribir pero no podía, en mi mente pasaban demasiadas cosas y mi cabeza se ponía a pensar en otros asuntos, y era absolutamente imposible escribir algo...
Os pido disculpas otra vez, os debo dos capítulos y un 1R, lo sé, y lo siento, pero es que mi cabeza no da para más de lo que está dando esta semana. Y no es precisamente porque tenga exámenes ni nada, sino que... Simplemente, llevo una semana muy mala, malas noticias y tal... Si veis el capítulo algo mal escrito o oscuro o lo que sea, lo siento, hice lo que pude...
   -Anna



96

El viaje de Londres a Doncaster por autopista duraba unas 3 horas, aunque se nos pasó muy rápido, al menos a mí.
Era divertido, porque íbamos por la autopista pero sin conducir, ya que nos remolcaba el camión de mudanzas, y eso significaba que podíamos hacer lo que quisiéramos, mientras fuera dentro del coche, sin riesgo de sufrir un accidente. 
Cantamos, hablamos, bailamos, comimos, saludamos a los coches que pasaban a nuestro lado, hacíamos bromas telefónicas e incluso Louis tuvo tiempo de empezar a componer una canción.
Cuando entramos en Doncaster, el camión paró. El copiloto bajó y se nos acercó.
- Señor, tenemos órdenes de dejar el coche aquí y seguir con el camión hasta la casa, ¿son correctas?
- Sí -dijo Louis, buscando algo en su bolsillo-. Toma, las llaves de la casa. Id entrando las cosas, nosotros nos pasaremos por nuestro piso y luego vendremos.
- Perfecto -dijo el hombre, cogiendo las llaves que le ofrecía Louis.
El hombre quitó el coche de Lou del remolque y volvió al camión, que arrancó otra vez y se fue.
Miré al chico, extrañada.
- Prefiero enseñarte la casa cuando estemos solos, ¿te parece bien?
- Claro -sonreí.
Louis sacó las llaves del coche de la guantera y arrancó.
Llegamos a mi piso en pocos minutos. Salimos del coche y subimos las escaleras hasta llegar a mi puerta.
Saqué las llaves en silencio y abrí.
- Pasa -le dije a Louis, mientras encendía la luz.
Miré mi casa, vacía de mis cosas. Aún había muchos muebles, pero mis libros, mi decoración, mis cosas, estaban metidas en cajas, que ahora eran las que adornaban el salón.
- Oye, Hannah.
- Dime.
- Yo quiero ver esa figura mía de tamaño real -dijo, medio haciendo un puchero.
- Está bien -dije, dándole un beso fugaz en los labios-. Pero alegra esa carita.
Louis dibujó una sonrisa tan amplia que parecía un chino.
Lo conduje a mi habitación. La figura de cartón estaba ahí, justo dónde la había dejado. Era la única cosa que no había empaquetado.
Louis soltó un chillido y corrió a ponerse al lado de la figura.
Se colocó en la misma posición, con los brazos cruzados y las piernas algo separadas, me miró y me dijo:
- ¿A que me parezco a él?
- Tenéis un parecido... ¿No seréis familia?
- No, familia no -se rió él.
- Louis.
- Hannah.
- Tengo hambre.
- Pues la verdad es que yo también.
Chasqueé la lengua.
- Aún tengo comida, aunque no mucha. Si quieres podemos hacernos un sandwich.
- Sí, está bien.
Fuimos a la cocina y nos preparamos dos sandwichs con lechuga, queso, zanahoria rallada y tomate, y yo en el mío me puse mayonesa.
Sin siquiera sentarnos, devoramos la comida de pie en la cocina.
- R.I.P. Sandwich -dijo Louis, mostrándome su servilleta-. Fue bonito mientras duró. Siempre te llevaré en el corazón, tío.
Después de comer y haber dejado mi maleta en el piso, salimos otra vez y volvimos a subir al coche.
Eran cerca de las ocho y media.
- Déjame llamar a Lena -le dije a Louis, mientras él ponía en marcha el coche.
Saqué mi móvil y marqué el número de Lena. Le di a llamar y esperé.
"Está hablando con el buzón de voz del número -- --- -- --. El teléfono al que ha llamado está apagado o fuera de cobertura."
Colgué.
- Apagado o fuera de cobertura -dije.
- Ya deberán estar en el avión -dijo Louis, haciendo una mueca.
- Sí, supongo.
Llegamos a la casa, la nueva casa, unos cinco minutos después. Era una casa mediana, ni tan pequeña como mi piso ni tan grande como la de Londres. Estaba entre otras casas iguales.
Tenía un garaje, al lado de las escaleras para subir a la casa. Encima del garaje había una pequeña terraza que debía dar al comedor de la casa.
- Tiene jardín trasero -me informó Louis. 
Flipé un poco.
Justo cuando bajamos del coche, los dos hombres de mudanzas salieron de la casa.
- Señor Tomlinson -dijo uno-. Ya hemos terminado. Todas las cajas están colocadas en la respectiva habitación dónde corresponden.
- Perfecto.
- ¿Algo más?
- En realidad sí, ¿podríais llevar las cajas de otro piso hasta aquí?
- Por supuesto. Pero serán 700£ más.
- Sí, sí, lo sé. 
Louis me miró y me hizo un señal. Le dije al hombre la dirección de mi piso y le di la llave.
Cuando se hubieron ido, pegué a Louis en el hombro.
- ¡Ay! ¿Por qué has hecho eso?
- Por gilipollas. Podría haber traído yo las cajas desde mi casa, pero nooo, el señor Tomlinson tenía que pagar para que lo hicieran por mí.
- Pensé que te hacía un favor.
- Y me lo haces, pero ese no es el tema.
- ¿Y entonces?
- Louis -dije, mirándolo fijamente-. 700£ es lo que costaba mi anterior alquiler. Yo no podría permitirme ni en sueños cosas así.
- Pero yo sí.
- Louis...
- Vale, te entiendo. Sólo que creo que es mucho más fácil hacerlo así. Tú dirás que no, pero, joder, qué palo transportar todas las cajas hasta aquí.
- Es que... Tengo la sensación de que si dejo que hagas cosas así por mí es cómo si me estuviera aprovechando de ti y...
- Eh, mírame -dijo, alzándome la barbilla, haciendo imposible no mirar a esos preciosos ojos celestes-. Te quiero, ¿vale? Y sé que tú también lo haces. Estamos juntos desde antes de que toda esta locura empezara. Si te hubiera conocido hace poco, quizás podría sospechar. Pero, ¿tú? Vamos, Hannah. Nos conocemos desde bebés. Nos conocemos desde antes de saber como se llamaba el otro. Hemos pasado por tantas cosas juntos que... Es imposible pensar en ti de esa forma, ¿sabes? Sólo quiero que sepas que si hago lo que hago, si me permito lo que me permito, es porque quiero hacerte feliz. Ese es el único objetivo. Quiero que seas feliz, aunque eso me costara la vida, aunque me costara todo el dinero del mundo, ¿entiendes? Aunque me hicieras... Ponerme un disfraz de plátano con un tutú rosa y llamar a las puertas de la gente para bailar la macarena, seguiría haciéndolo si es lo que quieres.
Me reí.
- Soy estúpido, lo sé.
- Sí. Pero eres mi estúpido, ¿vale?
- Vale -dijo él, y me besó.
Sacó las llaves de la casa de su bolsillo y las miró.
- ¿Estás segura que quieres hacer esto?
Asentí con la cabeza.
- Es un gran paso.
- Lo sé. Pero sólo otro gran paso contigo.
Ambos sonreímos como unos idiotas, antes de cogernos de la mano y abrir la puerta de la casa.
Subimos las cortas escaleras y nos encontramos en la pequeña terraza, con una mesa y dos sillas, además de algunos parterres, que daba a la calle. En el lado opuesto, había un ventanal muy grande, aunque no se podía ver qué había detrás ya que la persiana estaba bajada, y la puerta de entrada a la casa.
Louis metió la llave en la cerradura y la giró tres veces, haciendo que la puerta se abriera.
Entramos y nos encontramos en un amplio comedor, de paredes rojas, con su sofá, su pantalla plana, sus estanterías y una gran mesa con cuatro sillas en uno de los lados, con otra puerta al lado que debía de dar a la cocina. Las dos paredes, de ambos extremos del comedor, eran puertas correderas de cristal. Una daba a la terraza de delante de casa, y la otra al jardín trasero. Había unas escaleras de mármol blanco en el lado derecho del comedor, para subir al piso de arriba; y otra puerta entre las escaleras y la cocina.
Me miré la habitación otra vez: Era gigante. Había mucho espacio, los pocos muebles que había estaban separados, no como mi pi... el agobiante y pequeño piso en el que vivía antes.
Di una vuelta sobre mi misma con los brazos abiertos, fascinada. Era la primera vez que hacía eso sin chocarme con nada.
Louis me miró, sonriente.
- Bienvenida a tu nueva casa.

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