Bueno, pues... Aquí tenéis el 100.
Esperad un momento.
100.
Joder, 100. Tres cifras. Eso es demasiado.
Recuerdo que cuando empecé la novela, pensé que si llegaba a los 50 ya habría triunfado. Y aquí lo tenemos. Aquí debajo. El 100 (se escribe 100, se pronuncia cien).
Sólo daros las gracias a todos los que habéis estado ahí desde el principio, y la gente que se ha ido uniendo durante el camino también.
Sois grandes, grandes, grandes.
Os quiero. Y no os cambiaría por nada del mundo.
-Anna'xx
100
Noté algo rozando mi cuello. Pero no algo molesto, sino algo dulce, suave... Unos labios. Levanté la mano y la acerqué al cuello. Topé con pelo, corto y largo a la vez, que olía de maravilla.
Pasé la mano por aquella cabeza, una oreja, una barbilla...
- Buenos días, princesa -dijo él, besándome ahora la mejilla.
- Buenos días... Hueles de maravilla.
Él no me contestó y siguió besándome.
- Eh, ¡para! -me reí mientras le empuchaba levemente.
Él me miró, con esos ojos tan azules, tan bonitos y profundos; y sonrió, esa sonrisa tan dulce, adorable, que no cambiaría por nada del mundo.
Eso sí eran nos buenos días.
- ¿Cómo has dormido? -me preguntó Louis mientras jugaba con mechón de pelo rubio ondulado.
- Muy bien -contesté, incorporándome un poco y apoyándome en el cojín con el codo.
- Es sábado -dijo, alargando la 's'.
- Lo sé... Y tú me debes una sorpresa, ¿eh?
- Shhht, cada cosa a su tiempo -respondió, dándome un largo beso en los labios.
Louis y yo estuvimos un rato más en la cama, ya me entendéis.
Un cuarto de hora después, decidimos bajar a desayunar.
En casa no íbamos muy abrigados, ya que teníamos la calefacción encendida; pero al salir de la cama tuve frío, así que cogí una camisa azul de Louis, se esas que tenía para arreglar pero que en realidad no se ponía nunca; y me abroché todos los botones menos el de arriba del todo.
- Te queda muy bien esa camisa -dijo él, que también se había tirado una camiseta grande por encima.
- Gracias -sonreí, y me escabullí el pelo con la mano.
Bajamos las escaleras (se hacía raro esto de tener escaleras en casa) y fuimos a la cocina.
Abrí la nevera y saqué cuatro cosas para hacer el desayuno mientras Louis ponía la mesa y recogía el plato que acababa de romper.
Hice tortitas y huevos fritos, y lo puse en una bandeja junto a bacon, jamón y lonchas de queso.
Serví dos vasos de zumo de naranja y lo llevé todo a la mesa del comedor.
Louis encendió la tele y puso un canal en el que iban dando videoclips nuevos. Bajó un poco el volumen y se sentó en la mesa, a mi lado.
Desayunamos tranquilamente, hasta que en la tele salió el vídeo de Kiss You de los chicos.
Entonces, me levanté, cogí a Louis por el brazo y lo arrastré hasta el sofá, donde nos subimos y empezamos a saltar y a "bailar".
Total, que terminó la canción y estábamos los dos encima del sofá haciendo guerra de cosquillas.
Después de recogerlo todo, subimos a nuestra habitación.
- ¿Qué me pongo? -le pregunté a Louis.
- Algo cómodo, pero... tampoco un chándal. ¿Entiendes?
- Vale, capto la idea.
Me puse un jersey color crema con un corazón negro en el medio y unos leggins negros junto con unas converse negras.
Me recogí el pelo en una trenza a un lado y me maquillé ligeramente los ojos de negro.
- ¿Así está bien?
- Perfecta -dijo él.
- Pues mira quién habla.
- Louis Tomlinson.
- Aka perfección.
- Anda, calla.
- ¡Si has empezado tú!
- Shhht. Venga, que llegaremos tarde. ¿Tienes la llave?
- Sí, aquí. ¿Listo?
- Sí, vamos.
Salimos de casa y entramos en el coche de Louis, Tom.
- Espera -dijo él, mostrándome un pañuelo-. Cierra los ojos.
- Oh, no me jodas.
- Oh, sí. Va, ciérralos.
- Está bien.
Louis me vendó los ojos con el pañuelo e hizo un nudo detrás de mi cabeza.
- ¿Lista?
- Lo veo todo muy negro -contesté.
Louis se rió y arrancó.
Intenté hacer un mapa imaginario para saber dónde íbamos, pero me di cuenta de que íbamos dando vueltas al mismo sitio todo el rato.
- ¿Qué haces? -pregunté.
- Desorientarte. ¿Crees que no sabía que intentarías averiguar dónde vamos?
- Eres un cabrón.
- Te conozco, que es diferente.
Esperé, cruzada de brazos, a que el trayecto terminara. Unos diez minutos después, el camino pasó a ser más abrupto, por lo que pude imaginar que habíamos dejado la ciudad en sí.
- ¿Falta mucho?
- No.
- Vale. ¿Falta mucho?
- Que no.
- Vale, vale. ¿Pero falta mucho?
- Que no, pesada, que no.
- Tranquilo, eh. Por cierto.
- Dime.
- ¿Falta mucho?
- ¡No! ¿Podemos hablar de otra cosa?
- Vale. ¿Falta mucho para llegar?
- Anda, vete a la mierda.
Toqué el brazo de Louis con la yema de los dedos.
- En ella -susurré.
- ¿Qué me habías preguntado?
- Si falta mucho.
- Pues me alegra que me preguntes esto: Ya hemos llegado -dijo, y el coche se paró.
- ¡Por fin! -exclamé, y dirigí mis manos al nudo del pañuelo, para quitármelo.
- ¡No! Aún no -dijo él, apartándome las manos.
- ¿Por qué nooo?
- Aún no ha llegado la sorpresa. Espera.
Louis salió del coche, y unos segundos después abrió la mía.
- Vamos, dame la mano -dijo, cogiéndome la mano-. Vigila. Baja. Muy bien.
- ¡Louis! -se oyó un grito entonces.
- ¡Dave!
- Ya tengo el...
- ¡SHHHT! -gritó Louis- Es una sorpresa. ¿Ya está listo?
- Perdona. Sí, claro. Venid por aquí.
Louis se puso detrás mío y me cogió por los hombros, para guiarme.
- El suelo... ¿Es arena? -pregunté.
- Puede.
- ¿Dónde estamos?
- Ahora lo sabrás.
Louis me empuchó por un camino. Un minuto después, paramos.
- ¿Es ese? -preguntó Louis.
- Sí. ¿Subís?
- Claro. Vale. Hannah, yo te guío, tranquila, ¿vale?
- ¿Tengo que confiar en ti?
- Sí.
- ¡OH, NO! -chillé- ¡VOY A MORIIIR!
Louis se rió.
- Vamos.
Abrieron una puerta. Louis me cogió en brazos y me subió a un sitio, más alto que el suelo, y me sentó en algo que parecía... un asiento trasero de coche. Pero aquello no era un coche.
Louis se sentó a mi lado y cerró la puerta.
- Espera un momento, ahora te quito el pañuelo.
Me puso el cinturón. Lo sé porqué oí el click característico.
- Vale, ¿preparada?
- Sí.
Louis deshizo el nudo del pañuelo y me lo quitó.
Abrí los ojos de golpe.
- Louis, ¿dónde estamos?
Un helicóptero.
- Siempre decías que...
- Louis, ¿¡qué es esto?!
- Siempre decías que te gustaría volar. Que te gustaría sentir la sensación de estar por encima de todo.
Cierto. Eso es lo que siempre le decía a Louis.
- No he podido comprarte alas, cómo querrías, pero ahora mismo, vamos a volar.
Un hombre calvo nos dio unos cascos con micrófono incluido para que nos los pusiéramos.
- Dios... -susurré mientras me ponía los cascos.
Mi voz temblaba. No me lo podía creer, íbamos a volar. Por encima de Doncaster.
Las manos y el pulso me temblaban, dios, ¿oxígeno? ¿Qué era eso? ¿Dónde estaba cuando lo necesitabas?
Me giré hacia Louis, sin poder contener las lágrimas de emoción.
- ¿Hannah? ¿Estás bien? -oí su voz por los cascos.
Asentí con la cabeza, tapándome la boca con la mano.
Louis cogió mi otra mano con la suya y nuestros dedos se entrelazaron.
Un par de segundos después, cuando empezaba a controlarme, el motor del helicóptero se puso en marcha, las hélices empezaron a girar y el helicóptero se elevó del suelo.
Me amorré a mi ventana, sin dejar la mano de Louis, para ver cómo nos íbamos enlairando y la tierra, las casas se hacían cada vez más pequeñas.
- ¿Te gusta?
- Me encanta, es, es... Precioso, de verdad. No sé... -y aquí perdí el don de la palabra otra vez.
Él sonrió. Sabía lo que eso significaba para mí. Era más que un simple vuelo, más que un sueño cumplido.
Era más que eso. Lo que significaba.
"Siempre decías que te gustaría volar. Que te gustaría sentir la sensación de estar por encima de todo."
Si quería regalarme algo, no podría haberlo hecho mejor.
Aún hoy no me puedo creer cómo... No hay palabras para describir cómo es volar, pero en helicóptero, no es lo mismo que en avión. Pude verlo todo. Todas las partes de Doncaster que a Louis y a mí tanto nos gustaba visitar, todos esos edificios, parques... Todo se veía tan pequeño. Te sentías mayor a todo lo demás.
Libre.
El vuelo 'sólo' duró veinte minutos, pero, sin duda alguna, fueron los mejores veinte minutos de mi vida.
Cuando el helicóptero aterrizó otra vez, bajé. Me sentí algo desilusionada al volver a poner los pies en el suelo. En el aire se estaba tan... increíble.
Me alejé del helicóptero siguiendo las órdenes del piloto: rodeando, por la zona azul, evitando la zona amarilla.
Esperé a que Louis llegara también a mi lado, y cuando estuvo fuera de la zona de aterrizaje, me lancé a sus brazos.
- ¿Es lo que querías?
- Es más de lo que quería. Ha sido... absolutamente increíble.
- Me alegro de que te haya gustado -sonrió.
- Ha sido precioso.
- ¡Pero eso no es todooo!
- ¡¿No?!
- ¡Dave! ¿Dónde está el jeep?
- ¡Al lado de vuestro coche! -gritó el piloto.
- ¡Vale, lo cogemos!
- ¡Adelante! ¡Que os lo paséis bien!
- ¿El jeep? -pregunté, pero Louis echó a correr y yo tras él.
Sí, sí. Un jeep. Sin techo. Un jeep verde, con estampado militar.
- Vamos, Hann, ¡sube! -gritó Louis, que ya estaba subiendo.
Me senté en el asiento de copiloto.
- ¿Las llaves? -dijo.
- ¡Son para el jeep!
- ¡Pues claro! -dijo, cogiéndomelas de la mano y metiéndolas en la ranura. Giró la llave y puso el jeep en marcha.
- ¡Alláaa vamooos!
Arrancó y el jeep empezó a avanzar por el camino de arena.
- ¡Wohooo! -gritó Louis, cuando ya íbamos a más velocidad.
Dejamos los árboles y el cosque atrás y nos encontramos en una gran explanada de campos verdes a banda y banda.
- Esto me recuerda al vídeo de Live While We're Young -dijo Louis, riéndose.
Puse la mano encima de la capota del coche y empecé a marcar un ritmo.
- Hey girl I'm waiting on you, I'm waiting on you -empezó a cantar Louis, más gritando que cantando-. Come on on and let me sneak you out -me señaló con el dedo a señal de pie.
- And have a celebration, a celebration. The music up, the windows down.
- Yeah, we'll be doing what we do, just pretending that we're cool, and we know it too.
- Yeah, we'll keep doing what we do, just pretending that we're cool, so tonight...
"Let's go! crazy, crazy, crazy till we see the sun
I know we only met but let's pretend it's love
And never never never stop for anyone
Tonight let's get some
And Live While We're Young"
Estábamos coreando el "Woh wowoh woho wohohohhh" cuando de repente se oyó un golpe, y el jeep paró de golpe.
- ¿Qué ha sido eso?
- Mierda -dijo Louis-. El motor.
Bajó del jeep de un salto y abrió la capota.
- Oh, mierda...
- ¿Qué pasa?
- Ni pajolera idea, no sé nada de mecánica. Pero esto huele mal.
- Claro, a gasolina, ¿no?
- Supongo. Pero no creo que vuelva a arrancar.
- Espera, ¿me estás diciendo que nos hemos cargado el jeep?
- Me he cargado el jeep, sí.
- Guay. Y ahora, ¿qué hacemos?
- Pues... Llamar a Dave.
Louis sacó el móvil y marcó un número.
- No hay cobertura.
- Está bien eso.
- Pero, espera. Déjame mirar dónde estamos.
- Espero.
Miré a mi alrededor. Estábamos en el medio de la nada. Campo a la izquierda, campo a la derecha.
Peté la lengua.
- Ah, tranquila. Estamos cerca. Podemos ir andando. Ven -dijo, ofreciéndome la mano para ayudarme a bajar del jeep.
Metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y seguí a Louis colina arriba.
- ¡Feliz sorpresa número dos! -gritó él.
Había un bosque en una de las bandas, una explanada completamente verde y la colina que bajaba hasta el camino de arena.
- ¿Qué...? -empecé, pero me mordí la lengua.
Yo me acordaba de este sitio. Había estado aquí.
- Tu y yo estuvimos aquí, ¿verdad?
- Verdad -contestó él, petando la lengua.
- Hace... tres años.
- Verdad.
- Vinimos en bici, ¿verdad?
- Verdad.
- Era Abril... ¡Por mi cumple! Me trajiste aquí por mi cumple. Y preparaste un picnic para los dos justo debajo... ¡ése árbol!
- ¡Bingooo! -se rió él- ¿Debajo qué árbol?
- Aquel -dije, señalándolo.
- ¿Y qué hora es?
- La hora de comer... -entonces, caí en cuenta- No.
- Sí.
- ¡¿En serio?!
- ¡Sí!
Eché a correr hacia el árbol, y, evidentemente, como tres años atrás, debajo había una manta, roja a cuadros, extendida, con una cesta de picnic encima.
- ¡Feliz no-cumpleaños! -rió él, pero yo no estaba por reír. Mi boca estaba demasiado ocupada chillando.
Me tiré encima de Louis y los dos caímos al suelo. Lo abracé, fuerte, muy fuerte, y empecé a llenarle la cara entera de besos.
- Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.
- Y yo, Hann, y yo, pero ¡déjame respirar!
- Eres el mejor. ¿Te lo he dicho nunca?
- No.
- Pues eres el mejor.
- No hay para tanto.
- No, ¡en serio! Eres lo mejor que me podría pasar, Louis.
Louis sonrió.
- Tengo otra cosa para ti -dijo, con voz dulce.
- ¿Otra? ¿Es broma?
- No.
Louis puso su mano en los bolsillos de su abrigo y sacó de él una cajita cuadrada, negra, con un lacito rosa.
- Toma.
Sorprendida, cogí la pequeña caja en manos y la abrí. Dentro había un pequeño colgante.
Era una L, una letra L preciosa, hecha con una caligrafía muy bonita, que colgaba de una cadena plateada.
- Dios... -susurré.
- No es sólo un colgante. Me explico -dijo, mientras lo cogía cuidadosamente para ponérmelo-. Este colgante lo compré en Londres antes de empezar el tour. Me lo puse en el bolsillo, con caja y todo, y lo llevé conmigo todos los días del tour, todos. Siempre lo traía conmigo. Esta pequeña L ha estado en Inglaterra, Irlanda, París, Barcelona, Italia, Grecia, Alemania y Suecia. Ha estado conmigo siempre. Y ahora, es tuya -terminó, justo cuando terminaba de abrochar la cadena por detrás de mi cuello.
Abajé la mirada y miré la pequeña L, mi pequeña L. Me encantaba. Me encantaba poder llevar una parte de Louis y de su vida, por así decirlo, encima.
- Me encanta. En serio, es preciosa. No me la pienso quitar nunca.
Louis sonrió y la acarició con los dedos una última vez.
- Pensé que te gustaría, porque... Significa más de lo que vale, ¿entiendes?
Asentí con la cabeza.
- Te entiendo perfectamente. Y sinceramente, lo adoro.
La miré otra vez.
- Todo ese tiempo que no estaba contigo, ella sí lo estaba y ahora... La tengo yo y...
Sonreí tristemente. Era precioso.
- Así, aunque no esté a tu lado físicamente, siempre tendrás a una pequeña parte de mí -añadió él, apartándome un mechón de pelo de la cara y recogiéndomelo detrás de la oreja.
- Es lo más bonito que nadie ha hecho nunca por mí -conseguí decir, mientras un par de lágrimas traicioneras bajaban mi mejilla-. Y mira que el récord lo tenías tú.
Louis se rió por debajo la nariz.
- Me gusta ponerme el listón alto... Eh, mírame -dijo, levantándome la cara por la barbilla, haciendo así que lo mirara a él-. Te amo, Hannah. Con todo mi corazón. ¿Siempre?
- Siempre -dije, esforzándome por sonreír-. Louis...
- Hannah.
- Llueve.
Y, sin apenas dejarme tiempo para coger aire, Louis se abalanzó hacia mí y me besó, rodeándome con sus brazos.
¿Por qué, por qué las cosas con él tenían que ser tan absolutamente perfectas?
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada