dijous, 2 de gener del 2014

Reencuentros - 88

88

Eran las 12:15. Habíamos quedado con Perrie en Nando's a las 12:30 para comer.
Andrew, Lena, Danielle y yo ya estábamos listas. Sólo había un pequeño problema: Coco.
- ¡Coco, corre, que llegaremos tardeee!
- ¡Ya voooy pesadaaas!
- ¡VAAAAA!
Pero no salía de su habitación. Estábamos las cuatro en el comedor esperándola pero no salía.
Al final, Danielle y yo fuimos a buscarla.
Danielle llamó a la puerta.
- ¿Qué queréis?
- ¡Que salgas!
- Ahora mismo salgo.
- Eso mismo dijiste hace diez minutos.
- ¡Soy una adolescente, necesito tiempo para mí misma!
- Peloarcoiris, ¿no querrás que tu queridísimo primo Niall se entere de nuestro pequeño secreto, verdad?
- La pistola de serpentinas, Hannah.
- Sal ahora mismo o le contaré también lo de tu exposición de arte... -dije, haciéndole un gesto a Danielle como diciendo que no me hiciera caso.
Coco no contestó. Pasaron unos segundos y luego salió de su habitación rápidamente, me fulminó con la mirada y susurró:
- Sabía que estabas en la secta satánica.
- Sí, claro. Anda y calla.

Puse la mano detrás de la espalda de Coco y la conduje hacia el comedor.
- ¿Vamos? -dijo Andrew, levantándose.
- Sí -dije.
Cogimos las cosas y salimos. Nos metimos en una boca de metro cercana y entramos en el metro, que estaba a punto de salir. Un minuto más tarde, y nos hubiéramos tenido que esperar diez minutos hasta el siguiente.
Bajamos del tren a las 12:31 y fuimos corriendo hacia Nando's, donde Perrie ya nos estaba esperando.
- ¡Chicas! -dijo Perrie, riéndose al vernos agotadas.
- Perdón por llegar tarde. Nos hemos entretenido un poco en casa -dijo Andrew, mirando a Coco y sonriendo. La francesa asintió levemente con la cabeza, como dándole las gracias por cubrirla.
- No pasa nada -sonrió Perrie-. Vamos, sentaros.
Nos sentamos en la mesa y empezamos a hablar. A los pocos minutos, llegó el camarero y pedimos la comida.
Recuerdo que Lena hablaba con Perrie y Danielle, y Andrew con Coco, y yo estaba absorta en mis pensamientos, jugueteando con una goma de pollo que había encontrado en el bolsillo de mi abrigo.
- ¡Hannah!
Me giré hacia detrás, de dónde venía el grito.
Vi a un chico, de pelo marrón café, cortado corto, pero con el pelo de la parte de arriba mucho más largo que el de los laterales, el cual le dejaba un largo flequillo que llevaba inclinado hacia la derecha; de tez morena, facciones claramente definidas y unos ojos marrones con matices de verde. Llevaba un pendiente negro y redondo en la oreja izquierda, una camiseta negra y una camisa descordada de cuadros rojos y negros encima.
Pero me fijé sobretodo en sus ojos, y esa sonrisa, que sin siquiera saberlo, había echado de menos.
- ¡Neil! -exclamé.
Me levanté de un bote y eché a correr hacia él. Le choqué las manos y luego lo abracé.
- ¿Qué haces aquí? -le pregunté.
- Venía a comprar algo de comer, me estoy muriendo de hambre -dijo él, frotándose la barriga- ¿Y tú?
- He venido dos días aquí porque esta noche vuelve Louis de tour.
- Tío, que fuerte que sea famoso. ¿Aún estáis juntos?
Sonreí.
- Cortamos, pero hace unos meses que hemos vuelto.
- Oooh, qué cucos -contestó Neil, pellizcándome la mejilla. Le piqué la mano y contesté:
- ¿Y tú? ¿Aún no has salido del armario? Ja, ja.
- Aún no, imbécil -dijo, riéndose-. Hace un mes que dejé a mi novia, así que ahora estoy soltero.
- Oooh, pobrecito Neil. Soltero en esta gran ciudad.
- ¿Esas son tus amigas? -dijo señalando al grupo de chicas, que nos estaban mirando.
- Sí, ¿por qué?
- Si alguna está soltera podrías... Ya sabes, presentármela -dijo, guiñando un ojo.
- Anda, vete a la mierda -repliqué, pegándolo en el brazo-. Para tu desgracia todas tienen novio. Menos Coco, pero ella es menor. Y está jodidamente loca.
Neil sonrió. Era dos palmos más alto que yo.
- Me alegro de verte, enana -dijo.
- ¿Te vas ya?
- Quiero comer algo, me estoy muriendo de hambre.
- Ven a sentarte con nosotras. Acabamos de pedir.
- Está bien -sonrió.
Cogí a Neil del brazo y lo arrastré hasta la mesa.
- Chicas, os presento a Neil, mi mejor amigo en el instituto.
Neil cogió una silla de otra mesa y la puso en uno de los extremos de la nuestra.
Llamé al camarero y le pedí que anotara también lo del chico moreno.
Comimos los siete tranquilamente. Iba cambiando de conversa, intentaba que Neil no se sintiera apartado, aunque no fue el caso. En un momento fui al baño, dejando mis cosas en mi sitio, y al volver a los pocos minutos ya estaba hablando con las chicas como si fueran amigos de toda la vida.
Cuando terminamos, iba a pagar lo mío, cuando Neil me aturó.
- Y una mierda, muñeca. Te invito yo.
- Uh, no. Puedo pagarme lo mío, no necesito tu ayuda.
- A mí siempre me han enseñado a ayudar a los necesitados, así que te invito yo.
- No soy una necesitada, a diferencia de ti. Me lo pago yo.
- Te invito.
- Que...
- Cállate.
Callé y esperé, con los brazos cruzados y la mirada bajada, a que Neil hubiera pagado. Cuando se hubo guardado la factura en el bolsillo de la camisa, levanté la cabeza y lo miré a los ojos.
- Eres estúpido. Te odio.
- Y yo a ti. 
- No me hables, me caes mal.
- Tú tambi...
- ¡Que no me hables, pesado! Que me caes maaal. 
Neil sonrió y se rió por debajo la nariz.
- Al menos me dejarás invitarte a una copa algún día, ¿no? Para compensarte.
- Quizás, enana. Me lo pensaré.
Me puse mi abrigo y me colgué el bolso del brazo.
- Ha sido un placer verte, tonto.
- Lo mismo digo, subnormal.
- Ya nos veremos algún día -dijo, haciendo una reverencia exagerada.
Intenté contener la risa.
- Sal del armario de una maldita vez -grité mientras me alejaba corriendo.
Alcancé a las chicas, me cogí del brazo de Lena, me giré y le hice adiós a Neil con la mano, aunque no estaba segura de si me había visto.
- ¿Ese chico te ha invitado? -dijo Lena.
Asentí con la cabeza.
- Es muy mono -dijo Coco-. ¿Tiene novia?
Miré a Coco sorprendida, abrí la boca, la volví a cerrar y negué con la cabeza.
"Mierda, no tengo su número de móvil", me di cuenta entonces.
Le di una patada a una pierda y seguí andando.
Anduvimos un rato junto al Thames hasta llegar a una pequeña cafetería, en la que nos sentamos a tomar algo de postre.
Me compré un pastelito pequeño de queso y frutas rojas y un cappuccino. Al sacar el monedero del bolso para pagar, me encontré un papel, más concretamente, una servilleta, una servilleta de Nando's. Había un número de móvil anotado y una pequeña nota: "Por si quieres llamar a tu subnormal alguna vez..."
Sonreí. Me hice una nota mental para llamarle más adelante.
Pagué mi comida, me senté en una mesita con las chicas y empecé a comer.
- Es la 1:08 -dijo Perrie-. Yo tengo que estar en el O2 Arena a las 2, porque hoy el concierto es a las 6, pero los teloneros empiezan a las 5, así que a las 4:30 ya tiene que estar todo preparadísimo.
- ¿Los chicos ya están ahí?
- En teoría sí. Podéis veniros conmigo y estar con ellos en backstage hasta que tengan que salir.
- ¿En serio?
- ¡Claro! Pero vamos a tener que flanquear seguridad.
- ¿Y cómo se hace eso?
- Simplemente inventarnos algo. Quiero decir, os puedo colar, pero argumentando que sois las estilistas o algo por el estilo.
- Oh, ¡tengo una idea! -saltó Coco.
- Quietecita con tus ideas.
- O os puedo colar y punto, con todo el morro.
- ¿Puedes hacer eso?
- Técnicamente no. No pueden entrar ni amigos ni familiares en backstage, pero yo puedo entrar a quién quiera.
- Pues nos entras y ya está, es más fácil.
Perrie asintió con la cabeza y sonrió.
- Gracias, Perrie. Eres la mejor -dije.
- Pero sigo sin entender porqué trabajas en el management -añadió Danielle.
- Es verdad, tienes derecho a cumplir tu sueño.
- Sí, supongo, no sé -dijo ella, y tomó un sorbo de café.

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Después de tomar los postres, paseamos un rato por las calles de Londres guiadas por Perrie. Entramos en un supermercado y compré comida para el pez de Louis (no se me había olvidado), y a la 1:45 nos dirigimos a la estación de metro para ir al London O2 Arena.
El trayecto en metro era de unos 9 minutos, así que a la 1:56 estábamos en las puertas del estadio, dónde ya había muchas fans haciendo cola.
- Algunas llevan ya días aquí.
- ¿Días?
- Sí, acampan. Duermen en la cola.
- ¿Y eso no está prohibido?
- Si ellas quieren quedarse a dormir en el suelo de la calle, no vamos a ser nosotros quiénes les digan nada.
Un grupo pequeño de fans, de unas diez chicas, nos vio, empezaron a mirarnos mientras andábamos hacia la entrada y finalmente se decidieron a venir.
- Hola... Esto... ¿Podemos hacernos una foto con vosotras?
- Sí, claro -contestó Danielle, simpática como siempre.
Pocas milésimas de segundo después, las chicas se pusieron en formación alrededor nuestro, y Coco delante con el móvil de una de las chicas, para hacer la foto.
- Decid: ¡Unicorniooos!
- ¡Unicorniooos!
- Ya está.
- Gracias -dijeron las chicas, mirándonos, la mayoría sonrojadas.
- De nada -sonreímos nosotras, y seguimos andando hacia la entrada del estadio.
No pude evitar sonreír para mí misma:
Iba a ver a Louis. Por fin. Otra vez.

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