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- ¿Lo tienes todo? ¿No te dejas nada?
Estábamos en la puerta de casa. Eran las 20:51.
El coche negro ya estaba fuera esperando a recogernos, ya que nuestra reserva en el Hibiscus era a las nueve.
- ¡Un momento! -grité.
Me miré otra vez en el espejo.
Me había puesto un vestido azul turquesa que Lena había descrito como "Azul ojos de Niall" arrapado, de tirantes gruesos, que se adaptaba a mis curvas y se abría por debajo la cintura. También me había puesto unas medias, pero transparentes, ya que sólo quería que me protegieran un poco las piernas del frío.
Me había dejado el pelo suelto: Las ondas rubias caían por encima de mis espaldas y llegaban por debajo del pecho.
Me había hecho la línea de los ojos y me había puesto un pintalabios de un rosa clarito, no muy artificial.
Asentí con la cabeza y me puse los tacones blancos.
- Cuando quieras marchamos -grité mientras terminaba de meter las cosas en el bolso.
Louis apareció a mi lado.
Se había puesto una camisa blanca con los botones de arriba desabrochados, una americana negra y unos pantalones negros.
- Waw -dije-. Te has arreglado, ¿eh?
- La ocasión se lo merecía -me sonrió.
Cogí mi chaqueta plateada y me la puse.
Me despedí de Lena, Andrew y Danielle; mientras que Louis fue a dentro a despedirse de la resta de los chicos, y en unos minutos volvió.
- Nos encontramos a las diez en la fiesta -les recordé.
Salimos a la calle y montamos en el coche.
Una vez dentro, nos cogimos las manos y esperamos en silencio.
Unos minutos más tarde, el coche se paró y el chófer nos abrió la puerta.
Estábamos justo delante de la puerta de entrada al Hibiscus.
Bajé y esperé a que bajara Louis. Le cogí otra vez la mano y entramos en el restaurante rápidamente.
Había dos empleados esperándonos detrás de la entrada, y nos guiaron inmediatamente hacia nuestra mesa, situada en una esquina de la sala, bajo las miradas indiscriminadas de algunos comensales.
Ojeé la carta en búsqueda del plato más barato, pero decididamente, ese no era un restaurante que... cómo decirlo, no todo el mundo se podía permitir.
Finalmente pedimos langosta (un lujo, teniendo en cuenta que Londres no tenía mar).
Comimos, hablamos, y reímos. Por mucho tiempo que pasara con Louis, nunca se nos acababan los temas de conversación, ni nunca dejaba de sacarme sonrisas.
Adornamos la cena con unas copas de vino tinto, y en los postres, me pedí una copa de tiramisú, mientras que Lou pidió un sorbete de limón.
Luego, le agradecí otra vez la cena, pagó y nos dirigimos a la salida.
- Louis Tomlinson, ¿verdad? -dijo un segurata cuando íbamos a salir.
- Yo mismo.
- Verá, al parecer sus fans saben que usted se encuentra aquí dentro, y han colapsado la salida. Hay ciento chicas histéricas ahí fuera, quizás doscientas.
Louis suspiró.
- ¿Hay alguna forma de poder salir de aquí?
- En realidad, no tenemos puerta de atrás, sino le ofrecería salir por ella. Sin embargo, podemos hacer aparcar su coche justo delante y abrir un pequeño camino hasta él.
- Perfecto.
En unos minutos, estuvo todo listo.
Saqué un poco la cabeza: Había muchísimas chicas en la calle, alrededor del coche y del camino formado por hombres corpulentos. La puerta del coche estaba abierta.
- Ya pueden salir -nos dijo el hombre-. Esperemos que hayan disfrutado de su cena.
- Deliciosa. Y disculpen las molestias.
- Un honor.
Louis me cogió la mano, me miró y me dijo:
- ¿Preparada?
Asentí con la cabeza, él se giró y abrió la puerta. Los gritos de fuera hicieron que me dolieran los oídos.
Pasamos rápidamente por el corto camino en cuestión de segundos, apenas tendría 5 metros de largo; y me metí en el coche seguida de Louis.
Alguien cerró la puerta.
Ya estaba. Visto y no visto.
Sentí pena por las chicas que estaban fuera, llevarían ahí mucho tiempo, sólo para ver cuatro o cinco segundos a su ídolo.
Suspiré y apoyé la cabeza en el hombro de mi chico.
El coche arrancó, y yo dirigí mi vista a la ventana, observando las pequeñas lucecitas de esa bellísima ciudad, dejando atrás al Hibiscus.
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Tardamos unos diez minutos en llegar al edificio donde se celebraba la fiesta.
Si la gente que había fuera del Hibiscus ya me parecía una multitud, no había palabras para describir lo que había delante del edificio.
El coche se paró. Incluso des de dentro del coche se podían oír gritos.
De repente, un hombre me abrió la puerta.
Me cubrí los ojos con la mano para protegerme de la luz.
Unos segundos más tarde, empecé a acostumbrarme a la luz y observé el panorama.
Una alfombra roja iba desde el coche hasta la entrada del edificio.
- Ve entrando, ahora salgo -me dijo Louis.
- No tardes mucho.
Salté a la alfombra e inmediatamente la gente empezó a chillar mi nombre.
Mi nombre.
Saludé con la mano a ambos lados, cuando una chica saltó la valla y se puso a mi lado en la alfombra para hacerse una foto conmigo.
Fue muy repentino. Al principio me asusté, pero al darme cuenta de todo lo que arriesgaba por una simple foto, conmigo, me puse a su lado y le dediqué a la cámara mi sonrisa más sincera.
Luego seguí mi corto camino y entré en el edificio.
Me apoyé en la pared, mientras oía los gritos de "Louis" a fuera.
¿Porqué la gente hacía eso por mí?
¿Cómo era que sabían mi nombre?
¿Me conocían?
¿Les caería bien?
Entonces caí en una cosa: hacía literalmente siglos que no entraba en mi Twitter, desde antes de que la relación entre Louis y yo se hiciera oficial.
Me hice una nota mental para entrar esa noche.
Louis entró en el edificio, y corrió hacia mi lado.
- ¿Impresionada?
- Dios mío, Louis, esa gente...
- Pues ese es mi día a día.
Me sonrió, me besó y dijo:
- Vamos, Harry me ha enviado un mensaje, los demás ya están dentro.
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