The story of my life, I give her hope,
I spend her love untill she's broken inside.
STORY OF MY LIFE - One Direction
A las 4:36 de la tarde del día siguiente, Louis y yo salimos de casa, nos montamos en su coche y pusimos rumbo al hospital.
Tenía hora para la prueba médica o 'espirometría', cómo me dijo Louis que la había llamado el médico, a las 5.
Cuando media hora más tarde llegamos al hospital, entramos en recepción y le dije a la secretaria mi nombre y apellidos. Luego nos indicó una sala del Ala B y nos dijo que esperáramos ahí.
Seguimos las indicaciones de la chica y fuimos hacia la sala que ella nos había señalado.
- ¿Estuvisteis aquí ayer? -le pregunté a Louis.
- No -contestó-. Ayer te llevaron a la UVI, que está en el tercer piso, creo.
- Ah.
Estuvimos callados unos minutos, esperando.
- Oye, Hannah.
- Dime, Lou.
- ¿Porqué no me contaste lo de que habías dejado la Universidad por dinero?
- Pensé que te lo había contado, no creas que pretendía ocultártelo ni nada por el estilo.
- Pues no me lo habías contado.
Silencio.
- ¿Y si ahora quisieras regresar, podrías?
- Sí, podría. Pero no lo haría.
- ¿Porqué no? Lena sigue estudiando.
- Sí, ella sigue estudiando, quiere sacarse el máster. Pero yo si volviera ahora me pondrían un curso más atrasada, ¿entiendes? Estaría en tercero. Así que ni se te ocurra pensar lo que creo que te está pasando por la cabeza, ¿entendido?
- Vale, vale...
Un par de minutos después, llamaron a Hannah Malker por interfono y pidieron que fuera a la puerta 157.
Nos levantamos y avanzamos por el pasillo mientras mirábamos los números de las puertas.
153, 154, 155... 156... Ahí estaba.
La puerta 157.
Di dos toquecitos suaves a la puerta antes de abrirla y entrar en el despacho.
Era una habitación completamente blanca y cerrada, no había puertas ni ventanas. Sólo un escritorio, tres sillas y otros instrumentos necesarios para la consulta del médico.
- Señor Tomlinson -dijo el médico sentado detrás del escritorio, el que debía ser mi médico-. Señorita Malker. Siéntense, por favor -obedecimos-. Bueno, ya tenemos el material para la espirometría listo, está todo preparado. En cinco-diez minutos empezamos la prueba. Pero antes, tengo que hablarles un poco de todo esto.
Cogí una bocanada de aire.
- La espirometría consta de cuatro pruebas básicamente bronquiales y pulmonares. Las dos primeras tendrá que hacerlas en este despacho, la tercera en una sala especializada y para la última tendremos que darle anestesia total.
¿Anestesia total? ¿Me iban a dormir para una prueba?
- ¿Me vais a dormir para una prueba?
- Sí, para la última tiene que estar inconsciente. No querrá que le indroduzcamos un tubo por la boca hasta los pulmones despierta, ¿verdad?
- No -susurré, algo molesta.
El médico sonrió.
- Bien. Esperaros aquí mismo un par de minutos y ahora vuelvo.
Se levantó y se fue, cerrando la puerta a sus espaldas.
- Ay, qué borde -se me escapó.
- Bueno... Va a ser tu médico, así que vamos a tener que aprender a soportarlo.
- Ya -suspiré.
El hombre regresó tres minutos después.
- Bien, veréis...
- Un momento -le interrumpí-. Usted sabe mi nombre, pero yo no el suyo.
- ¿No nos hemos presentado? -el médico dejó los papeles que traía encima de la mesa y me ofreció la mano-. Señorita Malker, soy el Doctor Mike Baker. Encantado -le encajé la mano y él se sentó otra vez en su silla-. ¿Ahora sí podemos empezar? ¿Sí? Gracias. Vamos a ver. Antes de empezar, necesito que firme esta hoja conforme sabe las pruebas que le vamos a hacer y bla, bla, bla.
- No sé las pruebas que me vais a hacer.
El médico suspiró.
- No es fácil tratar con usted, eh. ¿Le importa que se las vaya explicando a medida que las hacemos de modo que podamos ir con más tranquilidad? ¿O va a irse usted porque no le he explicado en que consistía cada una de las cuatro pruebas de la espirometría por la cual tenía hora?
Me mordí el labio y asentí con la cabeza.
- Empecemos entonces. Levántese y siéntese en aquella silla de ahí, por favor.
Me levanté y me senté en la silla que Baker me había señalado.
- Vamos a hacer la primera: Primero tienes que coger todo el aire que puedas y soplarlo aquí con toda la fuerza que te sea posible...
Esa primera prueba era muy sencilla. Bufé el aire en un tubo, luego me tomé una pastilla que me dio Baker y cinco minutos después repetí la prueba.
La segunda prueba era algo parecido; sólo que esta vez en lugar de contar la cantidad de aire que dejaba ir, estuve un minuto respirando por el tubo.
Para la tercera, Baker me guió hacia una sala llena de instrumentos médicos.
- Esta vez, vamos a trabajar con el pulso. Siéntate en esa camilla.
Hice caso, luego el doctor me puso una pulsera conectada a un cable en la muñeca.
- Es para contar las pulsaciones -me aclarió.
Encendió el aparato, esperó cinco segundos y luego dijo:
- Ochenta-y-tres. Muy bien.
Baker se fue hacia una mesita que había en un rincón y preparó una jeringuilla.
- Estira el brazo izquierdo.
- Eso es una inyección.
- No me digas. Tengo que ver tu resistencia a la metacolina.
Baker me puso la maldita inyección.
- Ahora tenemos que esperar diez minutos -sonrió-. Voy a avanzar trabajo, no os escapéis.
Y se fue dando un portazo.
- Hannah...
- Louis.
- ¿Puedo... ir a buscarme algo a la máquina de fuera? Me estoy muriendo de sed.
- Claro que puedes, bobo. Te espero aquí.
- ¿Quieres algo?
- Será mejor que no.
- Ah, claro, claro... Ahora vuelvo.
- ¡No tardes mucho! -tuve tiempo de decir, antes de que la puerta se cerrara tras él.
Suspiré.
Me tumbé en la camilla boca arriba y cerré los ojos.
Unos minutos más tarde volvió Louis con una lata de coca-cola en la mano.
Nadie dijo nada; Louis se fue tomando su coca-cola a sorbitos y yo me dediqué a mirar al techo. Notaba que me deprimía por momentos, se me hacía un nudo en la garganta y las cosas se veían más grises y oscuras. Todo se me hacía una gran bola. Entonces, temí lo peor. ¿Y si pasaba algo? ¿Y si no salía bien? ¿Y si tenía que pasar toda la vida pinchándome, vacunándome o medicándome?
Mi corazón palpitaba más rápido, y empezaba a sentir la angustia corriéndome por las venas.
Entonces, volvió a entrar el doctor.
- Aquí no se puede beber -dijo, señalando la lata de Louis-. Tira eso inmediatamente.
- ¿Y no podría...?
- Tira eso.
Louis se levantó, se acercó a un fregadero que había y se dispuso a vaciar la lata.
- ¡No! Eso es para agua con productos químicos, no para coca-cola, aunque es básicamente eso, agua con productos químicos, pero bueno. Tíralo en la basura de la esquina.
- ¿En la de residuos?
- Tíralo en la basura de la esquina. Y si pone "residuos" es porque, sí, efectivamente, es una basura de residuos -Louis tiró la lata en la basura de residuos-. Así. Buen chico. Y tú -añadió, dirigiéndose a mí-, dame la muñeca. Voy a contarte las pulsaciones otra vez.
Obedecí y el hombre me puso la pulsera.
- Vamos a ver... Uy. Ciento cuarenta-y-cuatro -Baker se fue hacia la mesa y apuntó algo en un papel. Luego cogió una pastilla de un bote, un vaso de agua y me los trajo-. Tómate esto.
- ¿Qué es?
- Es para anular los efectos de la metacolina. ¿Te has sentido deprimida, angustiada...?
- Sí.
- Pues entonces es que lo he hecho bien -sonrió. Odiaba las sonrisas de ese hombre, eran irónicas y despreciables.
De todas formas, me tomé la pastilla y me la tragué junto con el agua.
- Bueno, señorita Walker. La cuarta. ¿Emocionada?
- Ni se lo imagina.
- Bien. Alargue el brazo otra vez. No se preocupe, no va a doler. Es sólo una pinchadita.
--
Cuando abrí los ojos otra vez, estaba en una habitación blanca, encima de una cama de sábanas blancas, vestida con una túnica blanca y una pulsera idéntica a la que el médico había usado para tomarme las pulsaciones conectada a una máquina que pitaba al son de los latidos de mi corazón.
Inmediatamente entró una enfermera con una carpeta negra debajo del brazo.
- Oh, ya te has despertado. ¿Hannah Malker, verdad? -asentí con la cabeza y ella buscó un papel dentro de su carpeta y lo leyó para sí. Luego lo volvió a guardar, me miró, sonrió y dijo- Tienes tu ropa encima de la silla. Cámbiate. Cuando estés, ve a la puerta 157 de la Ala B.
Es decir, otra vez con Baker.
Asentí otra vez y la enfermera se fue.
Me levanté, me quité esa horrible túnica blanca y me puse mi ropa.
Luego salí de la habitación blanca y descubrí que estaba en el Ala C.
Crucé unos cuantos pasillos: izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda; y llegué a la sala de espera del Ala B.
Recorrí el pasillo hasta la puerta 157, y la abrí sin llamar antes.
Baker y Louis ya estaban dentro.
- ¡Hannah! -dijo Louis, que se levantó de la silla, vino hacia mí y me besó.
- Buenos días, señorita Walker. ¿Se encuentra bien?
- Sí. Estoy bien. ¿Ya están los resultados?
Baker levantó un sobre.
- Aquí dentro. Ni siquiera yo los sé -se rió.
- Ajá... -musité, sentándome en una silla delante del escritorio de Baker.
- Antes de abrir el sobre y leer los resultados, tenemos que hacer un par de cosas. Primero: Me veo legalmente obligado a contarte qué te hemos hecho mientras estabas inconsciente. Bueno, pues te hemos puesto en una camilla, te hemos llevado a quirófano y te hemos puesto un tubo con una cámara en la puntita hasta una zona cercana al corazón. ¿Sí? ¿Alguna pregunta?
- No.
- Entonces quedas legalmente informada. Ahora, vamos a repasar un poco. Hannah, nuestro diagnóstico es que sufres el Síndrome del QT a largo congénito, ¿lo sabías? -asentí con la cabeza-. Bien. Te hemos hecho estas pruebas para confirmar que estamos en lo cierto. Si el resultado de la prueba es positivo, es que definitivamente tienes el Síndrome del QT, cosa que no es preocupante ni se tendría que tratar ni absolutamente nada. Pero si dan negativos...
- ¿Qué pasa si dan negativos?
- Dadas tus circunstancias, sería una cosa mucho más grave ya que nos encontraríamos delante de una anomalía casi insólita. Tendríamos que ingresarte y ponerte en observación las 24 horas del día. Por no hablar de lo que eso implica, claro. No quiero ni pensarlo, pero existe esa probabilidad.
Tragué saliva y asentí lentamente con la cabeza. Yo tampoco quería ni pensarlo.
Baker cogió el sobre y sonrió.
- Ha llegado la hora de la verdad, señorita. ¿Preparada?
Sin esperar respuesta, pasó un dedo por debajo la comisura del sobre y sacó un papel doblado de dentro.
- Vamos a ver...
Desdobló el papel y lo leyó por encima, buscando algo con la mirada.
- La espirometría brave a la cual ha sido sometida hoy Hannah Malker... Bla, bla... Consistente en las pruebas siguientes, bla, bla, bla... Aquí.
Cogí la mano de Louis, estaba nerviosísima.
"Que dé positiva, que dé positiva, que dé positiva".
- El resultado de la prueba es...
" Positiva, positiva, positiva"...
Podía oír los latidos de mi corazón por encima de todo.
"Dilo, vamos dilo..."
-... Positiva.
Solté un chillido y me lancé encima de Louis, lo abracé fuerte, muy fuerte.
"Es positiva. Es positiva".
Y de repente empecé a llorar.
Me separé de Lou, y lo miré, él tenía una gran sonrisa dibujada en la cara.
Así como él sonreía, yo lloraba de felicidad. Eran nuestros modos de expresar la alegría.
El doctor Baker, también sonriente, se levantó y me ofreció la mano para ayudarme a levantarme.
Aunque no necesitaba su ayuda, acepté su mano y me levanté.
- Bueno, señorita Malker. ¿Feliz? -asentí con la cabeza mientras me secaba las lágrimas con el torso de la mano- Ahora ya está todo. Ya puede irse. Espero no tener que volver a verla nunca más, no se lo tome como nada personal -me reí.
Quizás tampoco era tan mala persona.
--
Una vez hubimos recogido mi tarjeta de sanidad y cerrado mi expediente, eché a correr por los pasillos del hospital buscando la salida.
Levanté los brazos mientras corría y chillé, de libertad. Porque, aunque nada hubiera cambiado, me sentía más libre y feliz que nunca.
Llegué al coche de Louis tres minutos antes que él, que venía corriendo tras mí.
Nos montamos y pusimos rumbo a casa otra vez.
Había salido el sol, así que descapotamos el coche, pusimos la radio y pasamos los ocho minutos siguientes antes de llegar a la casa cantando hasta el tope de nuestras voces.
Cuando llegamos, bajé del coche antes de que Louis pudiera aparcar, y lo esperé en la puerta, ya que yo no llevaba mis llaves.
- Hannah, tranquilízate, cariño -dijo él, riendo, mientras abría la puerta.
Entramos y me dirigí al salón.
Milésimas de segundo después, Lena apareció delante mío y me puso las manos en los hombros.
- ¿Y? ¿Cómo ha ido?
- Hemos hecho las pruebas y nos han dado los resultados.
- ¿Y...?
- ¡Positiva!
Lena y yo empezamos a chillar y nos abrazamos tan fuerte que caímos al suelo.
Cuando terminamos de chillar, nos levantamos.
Todo el mundo ya se había sentado en el sofá y me miraban.
- Esto... -dije, riéndome, mientras me volvía a secar las lágrimas de los ojos- Os quiero a todos.
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