dilluns, 14 d’octubre del 2013

Reencuentros - 56

56


Don't let them know how you feel, just hide them it. Chinies up, smiles on.
The Hunger Games


Esa mañana, 27 de diciembre, me desperté muy temprano.
Había tenido pesadillas con Lucy y Louis, así que me desperté agitada a las seis de la mañana y no pude volver a dormir.
Me pasé las cuatro horas siguientes dando vueltas en mi lado de la cama y intentando dormir en mil posiciones diferentes, aunque no hubo suerte.
Finalmente, a las diez Louis se despertó, quizá porque no tenía más sueño, quizá porque lo había despertado yo sin querer. No me molesté a preguntárselo.
- Buenos días, Hann.
- Buenos días, caracol -le dije, apartándole las sábanas de la cabeza-. ¿Cómo has dormido?
- Bien -bostezó-, ¿y tú?
- No tan bien.
- ¿Y eso?
- He tenido pesadillas.
- Ay, mi pequeña... -me miró triste, luego me abrazó y me besó la frente- ¿Pesadillas sobre qué?
- Sobre un tema, no te lo puedo contar, lo siento.
- ¿Porqué no?
- Porque... Es que no puedo decírtelo, no entenderías nada tampoco.
- Pues cuéntamelo.
- ¡No puedo!
- ¿Porqué? ¿Hay algún motivo en concreto?
- No, pero...
- Pues si no hay motivo puedes contármelo.
Suspiré.
- Vale... Pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
Levantó la mano.
- Te lo prometo.
Entonces empecé a contarle todo lo que había pasado con Lucy, desde que había descubierto los tweets.
Louis me miró fijamente durante toda mi historia.
Cuando terminé, en lugar de decir algo cómo "Tiene que ser broma", "Esa tía es imbécil", o cualquier cosa por el estilo que yo hubiera podido imaginar, suspiró y dijo:
- Hannah, sé que aún estás celosa por lo de ayer, pero sólo fue durante la cena, no pasó nada, estoy contigo, no hace falta que te inventes esas cosas sólo para demostrar que te quiero y que quiero estar contigo.
Zas.
Hay gente que dice que esas cosas sientan como un puñetazo en la barriga, mientras que otras defienden que sientes un jarrón de agua fría por la cabeza.
Pues bien, yo sentí las dos cosas.
El puñetazo en la barriga, la sensación del vacío.
El jarrón de agua fría, y la sensación de traición.
Noté que mis piernas no me respondían, y eso que estaba sentada en la cama. Suerte, porque sino me hubiera caído fijo.
- No me crees... -musité, dolida.
- No esperabas que me lo creyera, ¿verdad?
- Después de todo lo que hemos hecho juntos, de todo lo que hemos pasado... Después de todo lo que te he contado y te he confiado... Intentaba ser sincera contigo, pensaba que me ayudarías en esto, que podría confiar en ti... Louis, sabes que te quiero, y que no podría mentirte... ¿Porqué me haces esto? ¿Cómo puedes pensar que me inventaría una cosa así sólo para llamar tu atención? ¿Cómo puedes siquiera planteártelo?
Louis me miró.
- Buena actuación, princesa -se rió. Se levantó de la cama y se puso las zapatillas-. Duerme un poco, estás muy cansada. Voy a buscar algo para desayunar. Luego me cuentas lo que te pasa. Pero la verdad, ¿eh?
Sonrió, aunque esa sonrisa se clavó en mi pecho como un cuchillo, y se fue de la habitación.
Aunque mi cuerpo me pedía a gritos que llorase, decidí intentar posponerlo y hacer lo más sensato.
Mordiéndome la lengua para contener las lágrimas, me levanté y recogí las pocas cosas que tenía en la habitación de Louis, las cogí en brazos y salí.
Entré en la habitación que compartía con Lena, tiré las cosas encima del sofá, cerré la puerta con pestillo, cerré las persianas, y, ahora sí, me tiré en la cama.
Y lloré. Lloré como nunca había llorado antes.

--
Me había sumido en un estado de vegetación total. 
Como si estuviera desmayada, sólo que despierta.
Las palabras de Louis se repetían en mi cabeza una y otra vez, una y otra vez, clavándose cada vez un poquito más en mi pecho y agudizando mi dolor.
No hice caso de ninguna las llamadas de Louis a la puerta, pidiéndome que le abriera, que hablara con él, que le hiciera caso.
Me quedé ahí, tumbada en la cama, bocabajo, ahogándome en mis propias lágrimas.
No sabía cuanto rato pasaba, no era consciente de cómo de rápido o de lento pasaban las horas.
Más tarde, llamaron otra vez a la puerta.
Pensando que sería Louis, lo ignoré.
Volvieron a llamar.
A la tercera, se oyó una vocecita dulce detrás de la puerta.
- Hannah, soy Andrew. Venía a decirte que la comida ya está lista.
- Andrew... -susurré.
- ¿Me voy?
- No, espera.
Me levanté de la cama, me sequé los ojos con el torso de la mano y abrí la puerta.
Ahí estaba, la irlandesa, con sus ojos marrón café y su sonrisa que nunca desaparecía.
Al verme, supongo que sintió pena por mí, y me dio un abrazo reconfortante.
Estaba a punto de echarme a llorar otra vez, cuando ella dijo:
- ¿Quieres que entre?
- Sí, por favor...
- Uy, qué mal iluminado que está eso...
Cerró la puerta detrás suyo, y abrió las persianas y las ventanas.
- Que entre aire fresco -me sonrió.
Se sentó a mi lado de la cama y me atansó un pañuelo.
Lo cogí, me limpié las lágrimas y me moqué.
- Lo siento... -susurré- Qué asco, por dios.
Andrew se rió.
- No pasa nada.
Intenté sonreír.
- Louis ha dicho que no te encontrabas bien, así que Niall y yo hemos hecho sopa de fideos para comer.
- Ay, gracias... ¿No te ha explicado nada más?
- No, ¿porqué?
- Si te cuento algo... ¿Me prometes no contárselo a nadie?
- Claro.
Le conté lo que había pasado con Louis, incluyendo todo el lío de Lucy, y el Twitter, y la cuenta de fans de Louis Tomlinson y la madre que los matriculó a todos juntos.
Cuando terminé, vi por primera vez a Andrew sin sonrisa.
- Hannah, yo... Lo que me has contado...
"Otra más."
- Tú tampoco me crees, ¿eh?
- No, no. No es que no te crea pero... Lo que me has contado parece un poco... Extraño.
- ¿Irreal?
- Sí, también -Zas.- No, perdona, no quería decir que... No digo que sea mentira, pero Hannah, eso es un poco fuerte.
- ¡Ya sé que es fuerte! -grité, mientras las lágrimas empezaban a caer otra vez, bajando mis mejillas.
Andrew me miró, con cara preocupada, y me tocó la frente.
- No parece que tengas fiebre... Mira, ya sé lo que vamos a hacer -volvió a sonreír.
- ¿Qué?
- Vamos a comer, sopa, caliente, caldo de pollo, hmmm...
Me sacó una sonrisa.
- ... y luego -siguió su historia la irlandesa-, ya veremos qué hacer, y si un caso me enseñas lo del Twitter, así podemos insultar un rato a esa cigueña -me dijo, dándome un golpe en el brazo con el codo.
Me reí. 
Lucy era alta y delgada, y sus piernas eran más largas que sus brazos, por lo que Cigueña me pareció un buen mote.
- La verdad es que no he desayunado, así que comer un poco no me iría mal. Niall come mucho y sonríe mucho, así que habrá que probar.
Ella se rió.
- Claro. Pero mejor ponte algo más "arreglado" que el pijama, ¿no?
- Sería una buena idea, sí.
Su sonrisa se amplió.
- Te espero fuera.
Andrew se levantó, salió y cerró la puerta cuidadosamente. No oí pasos, así que supuse que se quedaría detrás de la puerta.
Me quité la camisa de dormir y me puse un jersey de punto de color crema, y me cambié los pantalones de pijama por unos tejanos de color blanco.
Me cepillé rápidamente el pelo, apagué la luz y salí al pasillo, donde me esperaba Andrew.
- ¿Vamos? -pregunté.
- Hannah. Tú puedes con todo.
La abracé por última vez. Era reconfortante, de repente me sentí con ganas de comerme el mundo otra vez.
- Gracias Andrew -le dije, con un esbozo de sonrisa-. A ver si al final los irlandeses seréis majos y todo -bromeé.
Se rió.
- Encantada de ayudar a una inglesa en apuros.
Sonreí por última vez, y nos fuimos por el pasillo hacia el comedor.

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